domingo, 11 de julio de 2010

Hay una regla sin excepción

Casi todos estamos dispuestos a ovacionar el desempeño de esos ciudadanos excepcionales, que hacen las cosas mejor que los demás, ya sea en el trabajo, el deporte, el arte.

Esos personajes suelen convertirse en referentes, ejemplos a seguir, modelos a copiar.

¿Por qué algunos sobresalen, descuellan, se destacan?

Claramente existen motivos genéticos, biológicos y funcionales que son determinantes de esa excepcionalidad.

Hago especial hincapié en la suerte.

No depende para nada de esas personas, el haber sido más sanos, fuertes, resistentes, inteligentes y haber contado con los estímulos adecuados para desarrollar esas potencialidades.

Por lo tanto, si bien es grato conocer gente así, no creo que sea justo asignarles responsabilidad y mérito en sus logros.

Tampoco correspondería aplaudir a alguien que llega a millonario por recibir una herencia.

Si en nuestra comunidad hemos llegado a establecer razonables formas de redistribución del ingreso, sabemos que esos afortunados ciudadanos excepcionales, tienen más para repartir que otros menos afortunados.

Por ese buen motivo, merecen ser especialmente cuidados. De su existencia y mejor desempeño, dependen muchas otras personas menos favorecidas con los recursos que la suerte les ha asignado.

En suma: los ricos, los empresarios, los emprendedores, los genios, merecen una consideración especial, porque su existencia y bienestar, redunda en beneficio de muchos.

Aunque sé que suena brutal para los oídos románticos: son ciudadanos que sirven mucho.

Sin embargo, es justo reconocer que existe un motivo para acceder a la excepcionalidad, que es patológico aunque los resultados utilitarios que le aportan al resto del colectivo sean igualmente satisfactorios.

Un conjunto importante de grandes personas, busca desesperadamente obtener el título de excepcional, porque lo que precisan es negar, olvidar, suponer, creer, que son la excepción a nuestra inevitable condición de seres humanos enfermables, sanables y mortales (1)

(1) Medicina defensiva
Economía médica

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10 comentarios:

Carla dijo...

Estoy de acuerdo en que los seres excepcionales no tienen un mérito especial, sino que tuvieron la suerte de poseer determinadas características valoradas socialmente, y que tuvieron la posibilidad de desarrollarlas al máximo. También estoy de acuerdo en que estas personas están en condiciones de favorecer a muchas otras y eso nos debe interesar especialmente.

Efraín dijo...

Los modelos a copiar inspiran y entusiasman, siempre y cuando tengamos claro que somos diferentes, que nuestro camino y nuestros resultados podrán ser peores o aún mejores que los de nuestro modelo a imitar, pero nunca será igual.

Elena dijo...

Qué queremos decir cuando afirmamos que alguien es meritorio? En qué radican los méritos de una persona? Evidentemente no son las características con las que nació. Tampoco podemos decir que es su esfuerzo o su capacidad de sacrificio, porque esas cualidades también forman parte de las características que la persona pudo desarrollar y que no dependen de sus deseos. Quién no desearía tener todas las virtudes y capacidades?
Pienso que lo más legítimo a valorar en una persona es el vínculo que desarrollamos con ella. Es por lo tanto un valor (y no un mérito) compartido y construido entre dos o más personas.

Elbio dijo...

Es más fácil entender la suerte de alguien que heredó una fortuna que la suerte de alguien que PUDO generarla.

Lola dijo...

Los hombres especialmente dotados, merecen ser especialmente cuidados.

Marta dijo...

A veces el desarrollo de una cualidad parte de una discapacidad.

Filisbino dijo...

Por suerte casi todos tenemos suerte en algo.

Iris dijo...

Así como no se puede asignar mérito a los logros, tampoco se puede asignar culpabilidad a los fracasos, ni a las aberraciones.
Esto también es brutal. Un asesino, un violador, un ser despiadado, no merece ser calificado como culpable. Parecería que la palabra "culpable" nos sobra en el idioma. Pero la ira y la enfermedad, sí son palabras auténticas, y las consecuencias de la ira o de la enfermedad, son casi imposibles de controlar.
Si el culpable es culpable de algo, lo es justamente de eso, de provocar nuestra ira.

E dijo...

No olvidemos que conocemos al personaje y no a la persona.

Graciana dijo...

Los futbolistas son unos atletas maravillosos, pero ya no los soporto más.