El dinero es un bien accesible y su utilidad se compara con la de un producto (una droga quizá, una pócima mágica, un brebaje misterioso), capaz de solucionar muchos problemas, cancelar infinidad de necesidades (de alimento, de salud, de abrigo) y satisfacer una enorme cantidad de deseos.
Aunque ¡atención! nuestro cerebro tiene el defecto de inventar metonimias, es decir, nos hace pensar que si el dinero puede solucionar algunos problemas, necesidades y deseos, es capaz de solucionarlos a todos y a cualquiera.
Pues no, rectifiquemos este desliz mental. Es un bien accesible, capaz de muchas cosas, pero no de todas ni de cualquiera.
Ese «desliz mental» puede llevarnos complicaciones muy severas en nuestro vínculo con un bien tan útil.
En otras palabras, por no evaluarlo en su justa medida, podemos llegar a desaprovecharlo.
Esta es una regla general: todo desajuste con la realidad, puede servir para el arte y ser peligroso para la vida real.
La pobreza patológica también ocurre si tenemos dinero y no sabemos usarlo por error de apreciación.
Una persona tímida, introvertida, con muy escasa capacidad para disfrutar, para complacerse, para divertirse, para gozar, quizá tenga mucho éxito consiguiendo dinero abundante, pero sin que su calidad de vida deje de ser pobre.
Suele ocurrir que con estas posturas filosóficas, atesoren dinero precaviéndose contra un golpe de mala suerte, una necesidad impostergable, una desgracia (enfermedad, siniestro, accidente).
Esta actitud no solamente está presente en los individuos, sino que también pueden ser propias de una época, de una región, de un país, de un gobierno.
En este caso, el dato más evidente refiere al costo del dinero (los intereses que cobran los bancos por sus préstamos).
La actitud temerosa hacia la vida, pesimista, tímida, encarece el crédito, aumenta la percepción subjetiva de los riesgos, empobrece la utilidad del dinero.
Nota: la imagen muestra a Smithers (izq.) secretario del avaro Mr. Burns (der.), de la tira cómica Los Simpson.
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10 comentarios:
El envejecimiento te vuelve temerosa. Es una cuestión de adaptación. Sabes que tienes menos fortaleza física y te cuidas más. Se vuelve inevitable ser precavida porque de lo contrario pasarías a depender de tus parientes y amigos. Eso no se lo deseo a nadie.
A la necesidad impostergable la resuelvo siempre de alguna manera.
Bueno, casi siempre.
El verbo atesorar está hecho para hablar de amor.
Cuando se viene un siniestro, le encajo mi diestra!
Ahora estoy aprendiendo a gastar más, y me estoy dando cuenta de que necesito más dinero. Y el problema es que no quiero trabajar más.
Tengo que independizarme. Acá se vive siempre economía de posguerra.
Todavía no desarrollé las habilidades que necesito poner en juego, para resolver lo que se puede resolver sin dinero.
Podemos consumir arte en la vida real, pero producirlo, se produce un poco por fuera.
Yo no lo uso porque creo que me solucionará todo cuando esté viejo o enfermo, pero la verdad es que estaré cada día más viejo y que la enfermedad que se precia, viene para quedarse... o para llevarnos.
No me gusta ajustarme demasiado a la realidad porque está bastante fulera.
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