domingo, 4 de julio de 2010

Lo feo de ser lindo

Observe esto: sobre las miradas recibimos miles de escenas cinematográficas o descripciones literarias de esas imágenes.

Por el contrario, la literatura sobre cuánto necesitamos ser mirados, no abunda.

Todos necesitamos ser reconocidos, queridos, amados, reclamados, demandados, buscados.

Esta quizá sea la característica más fuerte de nuestro instinto gregario aunque simultáneamente, de la que menos hablamos y escribimos.

Ser mirados es una necesidad importante, significativa, cuya carencia resulta muy perturbadora.

En algunos artículos (1) he publicado ideas sobre una especie de antropofagia que ocurre entre nosotros, cuando sentimos deseos de comernos a una persona porque nos gusta, la deseamos, nos apetece.

Cuando nos miran, sentimos el regocijo de sabernos reconocidos. Quien nos mira, nos tiene en cuenta.

En principio no importa mucho cómo nos miran, sino lo que necesitamos es que lo hagan.

Pueden mirarnos con gesto de aprobación, de crítica, de amor, de furia. El gesto comienza a ser importante a partir del momento en que dejamos de preocuparnos porque «nadie nos mira».

Cuando tenemos confianza en que somos capaces de atraer la mirada de nuestros familiares, amigos, conocidos y extraños, entonces nos ponemos un poco más selectivos, y comenzamos a discriminar «lindas miradas» de «feas miradas».

Si estamos conformes con la cantidad de «lindas miradas» que recibimos, nos sentimos aprobados y procuramos repetir lo que venimos haciendo. Nos esforzamos por no cambiar lo que da resultado: aspecto físico, forma de hablar, ámbito social al que frecuentamos.

Por el contrario, tomamos distancia de las «feas miradas» porque nos desaprueban, desautorizan, parecen hirientes, dolorosas y hasta mortíferas.

Uno de los problemas que padecen las personas lindas, es que no pueden cambiar su forma de ser por temor a perder ese suministro narcisístico vital.

Esta favorable condición provoca el temor a cambiar, causándoles dificultades para madurar, vincularse y trabajar.

(1) «¡Me gustas tanto que te comería!»
¡Hola bombón!

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10 comentarios:

Rosana dijo...

De pronto los cambios que experimenta una persona que no siente la necesidad consciente de cambiar, se vayan dando de manera natural, armoniosa, sin que sean precisos grandes esfuerzos de voluntad.

Francesca dijo...

No cambiamos nuestra forma de ser a 'piacere'.

Santina dijo...

Sí abundan las revistas y producciones cinematográficas que abordan la vida de los famosos. El problema de los famosos es al revés, a ellos todos quieren mirarlos y deben hacer mil triquiñuelas para eludir las cámaras. Ellos sufren por ser tan mirados.

Roque dijo...

No sé Santina, zarna con gusto no pica, por algo eligieron un camino que los expondría públicamente.

Canducha dijo...

Lo feo de ser linda es no tener la suerte de la fea. Eso dicen.

Anónimo dijo...

Hay miradas que no se te olvidan nunca en la vida.

Martina dijo...

Cuidado! que la mirada también puede provocar sentimientos persecutorios. (esperen un momentito que voy a cerrar la puerta). Vieron que a algunas madres no les gusta que les miren a los hijos cuando son bebes, por lo del mal de ojo.

Roque dijo...

Tengo pocos amigos, pero de los buenos. Con ellos alcanza una mirada para entendernos.

Orosmán dijo...

Es muy difícil tener deseos de cambiar cuando uno se siente aceptado, en eso le doy la derecha.

Nínfima dijo...

Para el casamiento de mi prima llevé un vestido que fue el centro de todas las miradas, pero no funcionó igual cuando me lo puse para ver el partido Argentina/Alemania.