Me angustia pensar que la enfermedad del presidente
de Venezuela le costó mucho dinero al pueblo e igual falleció.
Tengo un sueño recurrente que
me impide descansar. Más bien es una pesadilla.
Me estoy ahogando en un océano
embravecido, se hace la noche, mis fuerzas se agotan y aparece un bote blanco
con un marinero vestido de blanco. Se me acerca remando a ritmo de paseo y mi
desesperación crece. Al aproximarse más, me pregunta:
— ¿El señor está afiliado al
Servicio de Guardacostas Nacional?
No puedo creer lo que estoy
oyendo en la pesadilla. Tratando de hacerme oír sobre el rugir del viento y las
olas, le grito:
— ¿Hay que estar afiliado para
ser rescatado?
El marino hace una mueca
burlona y me responde con tono de jovencito malhablado:
— ¡Obvio, señor!
— No estoy afiliado. ¿Cómo
podemos arreglar esto? Necesito que me rescate cuanto antes. He tragado mucha
agua salada —le respondo desesperado.
— ¿Supongo que usted no estará
tratando de sobornarme con algún dinero? —dijo maliciosamente.
Este malentendido tan
inoportuno es lo que me provoca un sudoroso despertar y ya quedo mal para el
resto del día.
El psicoanalista considera que
los estímulos diurnos que me provocan este trámite onírico tan angustiado
seguramente provienen de que enfermarse es costosísimo, inclusive para quienes
pagan un seguro de salud.
Es probable que la
interpretación sea correcta, siento mucho miedo de enfermarme por esa
hipocondría de base que tenemos todos, pero sobre todo porque los ahorros
familiares podrían agotarse en pocos días si algo de eso nos ocurriera a algunos
de los cuatro integrantes de la familia.
No hace mucho mi angustia
aumentó cuando reflexioné que la enfermedad del presidente de Venezuela, (Hugo
Chávez), seguramente le costó miles de litros de petróleo al pueblo, a pesar de
lo cual igual se murió (año 2013).
(Este es el Artículo Nº 1.903)
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