lunes, 3 de junio de 2013

La explotación escolar infantil




Como los filántropos no preguntan qué prefieren los necesitados, los adultos no preguntamos si el niño prefiere trabajar o estudiar.

En 1946, poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas creó United Nations International Children's Emergency Fund, más conocida por UNICEF o como Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

De más está decir que los objetivos explícitos de esta organización es ayudar a los niños del mundo y, como toda colaboración voluntaria, quien ayuda decide qué necesita o desea el beneficiario de la ayuda.

En otras palabras, lo que el necesitado precisa no es tomado en consideración pues los generosos dan todo lo que pueden, que no siempre coincide con lo que alguien pueda necesitar.

En otro artículo (1) les comentaba que ir a la escuela es, formalmente, trabajar.

Según UNICEF la explotación laboral infantil afecta a 346 millones de pequeños, de los cuales más de la mitad lo hacen en tareas agrícolas.

Algo me dice que si pudiéramos encuestar a varios niños elegidos al azar, entre quienes van a la escuela OBLIGATORIA y quienes desempeñan tareas remuneradas, los resultados podrían ser escalofriantes, para los directores de UNICEF y para la mayoría de quienes luchan contra la explotación laboral infantil.

Según creo serían escalofriantes porque una mayoría de escolares diría que odia estudiar y una mayoría de trabajadores precoces diría que es muy divertido vivir y trabajar en las calles, en los campos o en las fábricas.

Claro que como los padres y gobernantes hacemos donaciones generosas y voluntarias a nuestros hijos en edad escolar, (alimentación, vestimenta, habitación, costos del propio estudio), es culturalmente aceptable que los beneficiados, (en este caso los niños), no digan qué quieren ni qué desean realmente; por ejemplo, no les preguntamos si prefieren estudiar o trabajar.

 
(Este es el Artículo Nº 1.899)

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