Como
los filántropos no preguntan qué prefieren los necesitados, los adultos no
preguntamos si el niño prefiere trabajar o estudiar.
En 1946, poco después de finalizada la Segunda
Guerra Mundial, la Asamblea General de las Naciones Unidas creó United Nations International Children's Emergency Fund, más conocida por UNICEF o como Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia.
De más está decir que los
objetivos explícitos de esta organización es ayudar a los niños del mundo y,
como toda colaboración voluntaria, quien ayuda decide qué necesita o desea el
beneficiario de la ayuda.
En otras palabras, lo que el
necesitado precisa no es tomado en consideración pues los generosos dan todo lo
que pueden, que no siempre coincide con lo que alguien pueda necesitar.
En otro artículo (1) les
comentaba que ir a la escuela es, formalmente, trabajar.
Según UNICEF la explotación
laboral infantil afecta a 346 millones de pequeños, de los cuales más de la
mitad lo hacen en tareas agrícolas.
Algo me dice que si pudiéramos
encuestar a varios niños elegidos al azar, entre quienes van a la escuela
OBLIGATORIA y quienes desempeñan tareas remuneradas, los resultados podrían ser
escalofriantes, para los directores de UNICEF y para la mayoría de quienes
luchan contra la explotación laboral infantil.
Según creo serían
escalofriantes porque una mayoría de escolares diría que odia estudiar y una
mayoría de trabajadores precoces diría que es muy divertido vivir y trabajar en
las calles, en los campos o en las fábricas.
Claro que como los padres y
gobernantes hacemos donaciones generosas y voluntarias a nuestros hijos en edad
escolar, (alimentación, vestimenta, habitación, costos del propio estudio), es
culturalmente aceptable que los beneficiados, (en este caso los niños), no
digan qué quieren ni qué desean realmente; por ejemplo, no les preguntamos si
prefieren estudiar o trabajar.
(Este es el Artículo Nº 1.899)
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