Semióticamente la obesidad denota ausencia de necesidad o de deseo, es decir que ese volumen corporal sugiere saciedad, apatía, indiferencia.
En otro artículo digo textualmente
(1):
«La delgadez corporal semióticamente sugiere la existencia
de un deseo intenso pero controlado, apasionado sin desesperación, activo pero
no impulsivo».
El volumen corporal es un mensaje de tal
magnitud que nadie lo lee conscientemente sino que todos lo leemos
inconscientemente.
El prototipo del banquero era,
hasta hace unas pocas décadas, un hombre mayor de cincuenta años provisto de un
gran vientre, vestido con terno (conjunto de saco, pantalón y chaleco,
confeccionados con la misma tela), con una llamativa cadena de oro que iba de
un bolsillo al otro del chaleco, al final de la cual estaba su reloj.
Esa imagen de opulencia y
exuberancia sugería también, semióticamente, la solvencia que aseguraba la devolución de los ahorros
que a él se le confiaran.
Quienes tuvieron la oportunidad
de observarlo, era clásico entre los varones de raza blanca que al poco tiempo
de contraer matrimonio su abdomen se tornara prominente.
Semióticamente este fenómeno
puede constituir un mensaje a la sociedad que podría significar:
— «Ahora no nos pregunten cuándo
tendremos hijos. Vean como yo me embarazo primero. Luego lo hará ella»;
— A modo de complemento de la alianza matrimonial, el varón dice con su
pancita algo así como «Ya tengo a quien me alimente bien, no necesito otra
mujer»;
Quizá el engrosamiento de la recién casada obedezca a la saludable
interrupción de un exagerado régimen de adelgazamiento que hizo para lucir su
aparatoso traje de novia.
Continúo aportando ejemplos a mi propuesta del artículo mencionado en el
primer párrafo, cuyo núcleo conceptual dice que semióticamente la obesidad
denota ausencia de necesidad o de deseo, es decir que ese volumen corporal
insinúa, (sugiere), desinterés, desmotivación, saciedad, apatía, indiferencia.
(Este es el Artículo Nº 1.905)
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