La delgadez corporal semióticamente sugiere la existencia de un deseo intenso pero controlado, apasionado sin desesperación, activo pero no impulsivo.
Existen comunicaciones no
verbales generadoras de cambios, efectivas, reales aunque no convencionales.
Si alguien solicita un empleo o
le ofrece sus servicios a un potencial cliente, habla todo lo que tiene pensado
decir más una gran cantidad de información a través de la actitud, la
vestimenta, los gestos, el aliento, el timbre de voz y cientos de otros
mensajes igualmente no explícitos.
Lo que decimos hablando o
escribiendo es tan solo una parte de nuestros mensajes. Me animaría a decir que
estos medios son los que hacen el mínimo aporte significativo en tanto son los
otros pequeños mensajes los que terminan formando alguna idea en el receptor
(potencial empleador, cliente).
Podría arriesgar algo más y
decir que es poco lo que sabemos del resultado de nuestros mensajes, ofertas,
sugerencias, invitaciones.
Más aún, el propio receptor tampoco
sabe cabalmente qué está entendiendo de lo que recibe de los emisores. Ni usted
ni yo podríamos explicar con certeza qué nos llevó a comprar esa corbata, a
contratar ese sanitario, a mudarnos de barrio.
En este contexto cabría afirmar
tímidamente que nuestras interacciones sociales funcionan por ensayo y error.
Tanteamos poniéndonos el traje azul con la corbata celeste para una entrevista
laboral y si nos conceden el trabajo solicitado quizá digamos que esa es la
ropa más adecuada para pedir trabajo.
Como mis aportes provienen
fundamentalmente de la ilógica psicoanalítica, compartiré con usted un
comentario que podría ser tan acertado como cualquier otro.
Parecen tener más éxitos
quienes buscan con pasión, entusiasmo, deseo, necesidad sin caer en la
desesperación, frenesí, vehemencia.
La delgadez corporal
semióticamente sugiere la existencia de un deseo intenso pero controlado,
apasionado pero no desesperado, activo pero no impulsivo.
(Este es el Artículo Nº 1.904)
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