La astrología fue una ciencia confiable para una mayoría de sabios de la antigüedad. Actualmente, es respetada por personas sugestionables de cualquier estrato socio-económico.
Algo de aquel prestigio aún se conserva secretamente escondido dentro de nuestro lenguaje.
La palabra sidus en latín significa estrella. La palabra con-siderar originariamente significaba «ser guiado por las estrellas» y de-siderare luego se convirtió en desear y significaba «NO ser guiado por la estrellas».
En su origen fue muy tranquilizador conocer cuál era el camino correcto para seguir en la vida y esto era posible gracias a una correcta lectura de las estrellas usando las técnicas de la astrología.
Este conocimiento de cuál era el camino más adecuado implicaba ser una persona con-siderada. Lo contrario era ser deseante (de-siderare o sea de-siderado, o sea, algo así como «carente de la información de las estrellas»), o sea, desnorteado, despistado, desorientado.
Actualmente, las personas que han pasado varias pruebas hasta obtener un título de alguna institución de enseñanza confiable (ingeniero, abogado, psicólogo, carpintero), posee —para el resto de la sociedad— características tan tranquilizadoras como aquella otra que antiguamente respetaba el destino impuesto por las estrellas (con-siderado).
Nuestra cultura sigue recelando (desconfiando, dudando, criticando) de quienes respetan su propio deseo, y continúa confiando en quienes respetan el deseo ajeno (de los gobernantes, de los religiosos, del sindicato).
En esencia no han habido cambios sustanciales en estos dos últimos milenios.
Valoramos a quienes repiten obsecuentemente (obedientemente) lo que ya fue dicho.
De esta manera, si ayer hubo mala distribución de la riqueza, hoy también deberá haberla para no cuestionar las creencias, métodos y acciones de nuestros antepasados.
Aunque parece predominar un espíritu laico y liberal, a la hora de contratar a un nuevo colaborador, queremos que sea tan respetuoso como un religioso y tan disciplinado como un militar.
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Deseo desear con menos deseo
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12 comentarios:
Los Reyes Magos fueron guiados por una estrella para encontrar a Jesús. Después ya no necesitaban de la guía estelar y desde ese momento se dieron cuenta de que podían desear un montón de cosas. Fue allí cuando pergeñaron introducirse en la industria del juguete y matar dos pájaros de un tiro: llevarle a cada niño lo que deseaba y llenar sus alforjas con el nuevo deseo que había surgido entre ellos: tener muchas, muchas, monedas de oro.
Desde que tengo mi carta astral me siento... no sé, más decidida, más segura, más orientada. Igual tengo que confesar que me dan ganas de interponerle una dosis de deseo al destino.
Cuando me siento muy desnorteado, sigo la propuesta de un antiguo compañero del Taller de Literatura de Gonzalo Paredes. Ese compañero, del cual ya he olvidado su nombre, salía a caminar por la mítica calle Nortazo, cada vez que su vida pegaba un lastimoso giro inesperado.
Ojo con la disciplina militar! Más de una vez se nos ha vuelto en contra.
Lo mismo digo, Sandrita, de los respetuosos religiosos, que a más de un inocente le han faltado el respeto.
Por lo menos ahora se permite el divorcio. Antes había que seguir cumpliendo un juramento que había perdido vigencia.
Me atrevo a decir que no han habido cambios sustanciales en ninguna de las especies conocidas, ni tampoco en el planeta, si pensamos en los dos últimos milenios.
De ahí que todo lo que sea desear algo que esté por fuera de los deseos legitimados por los cristianos, sea carecer de estrellas, de guía; lo que dicho popularmente es que "unos nacen con estrellas y otros nacen estrellados".
Yo le hago caso al horóscopo chino porque seguro debe ser más antiguo.
Acá en el barrio, la palabra sidus significa sidra (cuando ya estás medio tocado).
Si algún día puedo viajar a través del tiempo, me voy al pasado, así sigo mi propio destino, marcado en el cielo por el andar de las estrellas.
Esto de la libertad, ambigua y traidora, me tiene pasado.
Las estrellas sólo se pueden leer de lejos. Me gusta; en esto no me limita la presbicia.
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