domingo, 18 de julio de 2010

La remuneración limitada e ilimitada

Imaginemos una comarca habitada por diez familias, próxima a una gran ciudad.

El dinero que necesitan esas diez familias para vivir, es obtenido en la gran ciudad por un sólo integrante de cada familia. Todos los demás se quedan en sus casas, estudiando, haciendo tareas diversas, cultivando hortalizas, mirando televisión, cuidando a los enfermos, o cualquier otra tarea no remunerada.

De esos diez, nueve trabajadores viajan —de lunes a viernes— a la gran ciudad, para cumplir un horario:

— uno trabaja de 7:00 a 15:00 en una fábrica;
— una es bibliotecóloga de 9:00 a 19:00;
— otro trabaja de 6:00 a 12:00 conduciendo un taxímetro y después colabora tres horas en una O.N.G. que le paga un sueldo.

Los otros seis, tienen rutinas parecidas a estas.

El décimo trabajador, no cumple ningún horario.

Él (o ella), se las ingenia para encontrar formas de ganar dinero, ya sea comprando y vendiendo diversos objetos, averiguando qué necesitan y no consiguen ciertos industriales, conversando en un café con gente igual que él, que busca oportunidades.

Este décimo trabajador, a veces sale al medio día y vuelve dos o tres horas después y a veces se ausenta durante varios días o semanas.

La diferencia que intento remarcar entre los primeros nueve y este último es:

Quienes venden su fuerza de trabajo por hora, tienen el tope natural de que los días sólo tienen 24 horas y no más, mientras que los que venden su fuerza de trabajo por resultados, pueden obtener remuneraciones muy variables.

En suma: la rentabilidad del esfuerzo de quienes venden sus horas de trabajo, tiene un límite infranqueable, mientras que aquellos que venden su creatividad, sentido de la oportunidad y capacidad de asumir riesgos, acceden a una rentabilidad (de tu trabajo) ilimitada.

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13 comentarios:

Régido dijo...

Bien que podría tener una remuneración ilimitada si obtuviera la libertad condicional.

Facundo Negri dijo...

Me imagino a esa comarca habitada por diez familias, como un barrio privado, cercano a la ciudad, asediado por los delincuentes, estigmatizado por reiterados homicidios, penado por sus privilegios, ignorado por su tamaño, deshabitado por sus habitantes, etc. Una verdadera porquería. Por eso lo mejor es trabajar de modo creativo y desaparecerse el mayor tiempo posible.

Tiago dijo...

Yo me quedaría cultivando hortalizas y haciendo el asado.

Nolo dijo...

Me encanta el trabajo del número diez. Se escapa de la rutina, corre riesgos, gana, pierde, su vida tiene emoción!
Es una lástima que yo sea un número dos, firme y voluntarioso, pero tan poco creativo...

Honrado Fúnez dijo...

Me gusta trabajar por hora, así tengo un empleo. Sería un disparate dejarme librado a mi propia iniciativa.

Lidia dijo...

Mi fuerza de trabajo rinde más por hora que por resultados.

Lidia dijo...

Mi fuerza de trabajo rinde más por hora que por resultados.

Marga dijo...

No pretendo acceder a una rentabilidad ilimitada porque hasta ahora he podido comprobar que todo tiene sus límites.

Scasso dijo...

Vendo mi trabajo por hora pero igual mi remuneración es variable por la irregularidad de mi asistencia.

Axel dijo...

Me siento totalmente identificado con el décimo trabajador, sólo que vivo en un pueblo de 400 habitantes en el medio del desierto. Pero no me voy a quejar, tenemos buena conectividad.

Lola dijo...

No es por nada, pero ya que estamos de confidencias, les aclaro que el 10 se ausenta por varias semanas cuando viene por mi casa.

Marcelo dijo...

Los nueve que viajan a la gran ciudad tienen todo el colectivo para ellos. Así cualquiera.

Macarena dijo...

Les cuento que "el" 10, en realidad es "la" 10, y tiene una vida muy agitada: a las 15hs se encuentra con Jorge a la salida de la fábrica porque él acostumbra comprarle la gacetilla "El día de la comarca" y de paso le vende las galletitas artesanales de canela que ella misma fabrica. A las 16hs deja el taxímetro de Juancho (su mejor amigo, un hermano se diría) en la ONG donde él trabaja y más o menos cada 20 días, recoge la lista que la institución le tiene preparada, con el cronograma de visitas a los empresarios que se planifica manguear esa mes. Una vez por semana pasa a buscar a Susana, la bibliotecóloga, y se van a su apartamentito, donde a veces cocinan y otras hacen el amor como las diosas. Luego están los días impredecibles en los que nuestra heroína recorre las calles neblinosas de la gran ciudad, colocando (oh coincidencia!) la heroína de excelente calidad que sólo ella consigue. Como se trata de una mujer muy prolija, acostumbra invertir buena parte de su dinero, en una empresita dedicada a la fabricación de juguetes didácticos que le montó a su hija.
Conoce el centro de la ciudad como la palma de su mano, sabe a quienes tocar y quienes son los intocables, conoce las necesidades de unos y de otros, nunca olvida, por ej, que la esposa de "el burrero" es una fanática de los bonsai y que se acuesta con Mendívez, el mayor accionista de una pujante empresa concesionaria de las mejores líneas de navegación aérea.
En suma: la rentabilidad de su trabajo es incierta pero ciertamente ilimitada. Pierde mucho tiempo con "La gacetilla de la comarca" pero a ella le conviene mantenerla. Cocina galletitas de canela porque la desestresa, y es una mujer feliz que sabe combinar en un equilibrio... oscilante, el trabajo digno y la osadía non santa.