Ser rutinarios puede perjudicarnos y beneficiarnos, dependiendo de la intención de quienes observan nuestra conducta.
Conocí a una persona que, a pesar de los años que han transcurrido, sigo recordando. Su destreza inolvidable era cazar moscas en pleno vuelo y tirarlas contra el suelo donde quedaban desmayadas (o aterrorizadas, no sé).
Después de conocernos varios años, la confianza recíproca lo alentó a compartir conmigo su secreto: él conocía el vuelo de las moscas. Lo que para la mayoría es un recorrido errático, alocado, imprevisible, para él, que conocía bien esa parte de la naturaleza, era previsible.
Con este conocimiento podía deslumbrar al auditorio y ser recordado por décadas.
Para la gente joven que lee esto debo comentarles que hace 40 años habían muchas más moscas que ahora (año 2012). Por tratarse de un insecto tan molesto se lo ha combatido sin descanso.
Es de justicia reconocer que el personaje de esta mini-anécdota colaboró a su modo.
Por lo tanto, podemos extraer la conclusión de que la rutina (un cierto tipo de vuelo) favorece a los depredadores en perjuicio del rutinario.
Los expertos en seguridad ciudadana nos recomiendan: intente cambiar los horarios, las rutas, la conducta. No haga siempre lo mismo porque los delincuentes nos están observando y nos atacan cuando saben bien cuando encontrarnos, en qué lugar y cuál será nuestra reacción.
Estos son dos tristes ejemplos donde las rutinas perjudican al rutinario.
Agregaré un tercer ejemplo donde, en vez de «perjudicar», el verbo correcto es «vender».
Efectivamente, necesitamos mucho tiempo para lograr que nos conozcan quienes habrán de necesitarnos como proveedores. Conseguir un buen empleo o construir una cartera de clientes, lleva varios años.
Esos años son los que el mercado de demanda (clientes y empleadores) necesita para asegurarse de que somos confiables porque somos previsibles.
(Este es el Artículo Nº 1.504)
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11 comentarios:
Empecé a leer su artículo y me ganó con ese humor fino y agudo que suele usted tener. Luego, cuando pasa al tema de los delincuentes, todo se ensombrece de golpe, la sonrisa que me había dibujado el cazamoscas se borra por completo. Siento un miedo... diría que bastante intenso como para surgir de una lectura, hasta que llego al final, y ahí me sale hablando de la confianza que necesitan tener los empleadores, de los años que lleva generarla y todo eso.
No sé dónde centrar la atención, si en la alegría irresponsable del cazamoscas, si en el hilo de aire frío que me correrá por la espalda cuando tome las llaves para cerrar la puerta de casa, o si mejor dejo todo eso de lado y me concentro en trabajar de manera seria y metódica, impostando un gesto formal y luciendo la camisa bien planchada.
Conozco a un montón que creen saber el derrotero del vuelo de las moscas. Incluso yo, en los momentos de mayor lucidez y confianza, creo conocerlo. Ahí hay que aprovechar. Cuando uno se siente así, tan confiado de su sabiduría, tiene que escribir libros, dictar conferencias, darse a conocer ante el mundo.
No vaya a ser que los otros se pierdan ese aporte tan fenomenal que sólo uno - sólo uno - está en condiciones de hacer.
Algo importante a tener en cuenta cuando hablamos de mercado laboral, es la enorme demanda de puestos de trabajo. Por eso, una vez que se consiguió algo, hay que ser confiable. Es bastante fácil perder el trabajo. Si vamos a ser previsibles, que no sea por nuestra irregularidad. Eso está entre lo peor que te puede pasar en el mundo del empleo. Claro que si te pasa no va a ser porque uno lo haya elegido. Nadie quiere ser irresponsable a sabiendas. Nadie quiere dar una mala impresión. Pero... se hace lo que se puede. Mientras pueda, dele para adelante.
Pero para qué le digo todo esto... usted y yo ya lo sabemos.
Hay que vender una buena imagen, pero teniendo la precaución de que la imagen, no termine por comprarte a vos.
Me parece que si uno empieza a prestarle demasiada atención a los expertos en seguridad ciudadana, es señal de que estamos medio traumatizados. Eso hay que atenderlo, porque nadie se traumatiza así porque si.
Cada cual tiene
un cierto tipo de vuelo,
con eso no hay modo,
sea previsible o alocado,
es el que nos lleva a todos lados.
Las mujeres que necesitan un hombre que todo el tiempo las sorprenda, es porque andan aburridas, con la vida interior bloqueada y no encuentran nada mejor que echarle la culpa a otro.
Se constata fácilmente la disminución de moscas: en las carnicerías ya no necesitan la luz violeta.
Casi todo lo que hacemos son rutinas. Es lógico que seamos previsibles. Me parece que tiene más ventajas que puntos en contra.
Una ventaja que se me ocurre pueden tener las personas imprevisibles, es una mayor capacidad de adaptación.
Formamos parte del reino animal. En él somos presas y depredadores. Últimamente mas bien depredadores. Dejar de ser presas nos llevó a bajar la guardia, pero no por eso olvidemos que estamos preparados para vivir en estado de alerta.
Así que ánimo! Podemos seguir resistiendo.
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