jueves, 27 de marzo de 2014

Disgusto por la competencia


Si logramos entender nuestros sentimientos y asociaciones, alterados por los celos, quizá podamos amar a nuestros hermanos menores, quizá podamos conservar el amor de nuestro cónyuge y quizá podamos concursar sin la ceguera que nos impone la pasión irracional.

Si bien en el video que acompaña a este artículo pongo especial énfasis en la filosofía socialista, en tanto ella dificulta participar en un régimen laboral competitivo, ahora el eje temático será un poco diferente.

Uno de los motivos más activos en la conducta poligámica de nuestro cónyuge está fuertemente vinculado a la competitividad a la que nos enfrenta.

Así como celamos con furia homicida a nuestros hermanos menores, porque sentimos que venían a robarnos el amor que recibíamos de nuestra familia, porque percibimos que invadieron nuestro territorio desplazándonos despóticamente, algo similar ocurre con las amistades íntimas que tenga nuestro cónyuge.

Puesto que estamos con él porque lo necesitamos, quizá tanto como necesitamos a nuestros padres cuando aparecieron los hermanos menores, nos pone muy violentos saber que otras personas comparten su atención, su cuerpo, su afecto, su dedicación. No logramos entender que, así como logramos sobrevivir a la invasión de hermanos menores también podremos sobrevivir a la invasión de otros amores de nuestro cónyuge.

Exactamente esto mismo ocurre en los concursos de oposición a los que tenemos que enfrentarnos para conseguir un trabajo o para merecer un ascenso en la carrera funcional.

Sentimos que esa prueba es una instancia en la que tenemos que luchar con nuestros hermanos para conservar el amor de nuestros padres o en la que teneos que luchar con los amantes de nuestro cónyuge para conservarlo.

La pasión destructiva que se desata en nuestra mente responde a que necesitamos defendernos de un ataque terminal: tenemos que conservar el amor de nuestros padres, tenemos que conservar el amor de nuestro cónyuge, tenemos que alcanzar la jerarquía que más merecemos.

Estas similitudes no son percibidas a nivel consciente. Por eso, cuando se presentan, actúan con un inusitado descontrol. Si entendemos qué les pasa a nuestros sentimientos, qué asociaciones inconscientes nos movilizan, podríamos actuar con más calma, sabiendo que si logramos entender nuestros sentimientos y asociaciones, quizá podamos amar a nuestros hermanos menores, quizá podamos conservar el amor de nuestro cónyuge y quizá podamos concursar sin la ceguera que nos impone la pasión irracional.

(Este es el Artículo Nº 2.161)


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