El enriquecimiento
mediante el empobrecimiento, sugerido por San Pablo a los Corintios, podría
tener una explicación racional.
«Siendo rico (Jesús) se
hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza». Sobre estas palabras
de San Pablo a los Corintios, el Papa Francisco I entreteje el mensaje
cuaresmal (febrero-marzo de 2014) con el que desea ayudarnos a recorrer el
camino de la conversión.
Estoy tratando de entender este mensaje, que descalificaría
automáticamente si no fuera porque tantos inteligentes ciudadanos del mundo lo
aceptan como válido.
Mis dudas son varias.
Por ejemplo, ¿es razonable que apliquemos una filosofía de
vida (empobrecer para enriquecernos) igual a la que aplicó alguien (Jesús) hace
más de dos mil años?
Como casi todo se puede fundamentar o descalificar, —si
producimos los discursos adecuados—, trataré de fundamentar, apoyar, defender
ese mensaje a los Corintios que, en pleno siglo 21, reactualiza el papa.
Existe una forma de enriquecer empobreciéndose y que
consiste en lo siguiente:
El fenómeno vida (1) ocurre porque la naturaleza nos provee
sensaciones dolorosas y placenteras para movilizarnos en una cierta dirección,
favorable para la conservación de dicho fenómeno (la vida). Por ejemplo,
sentimos malestar por sed y placer bebiendo agua.
De este mecanismo vital podemos extraer la conclusión de que
lo verdaderamente movilizante es el dolor que dispara la búsqueda del placer
(alivio), es decir, la sed (carencia penosa) nos moviliza a buscar agua.
Si aceptamos que la pobreza representa al conjunto de
carencias penosas, entonces es posible pensar que asegurándonos la pobreza es
como si nos consiguiéramos un pozo petrolífero, o una central hidroeléctrica, o
un reactor atómico, para uso personal.
En suma: el
empobrecimiento, visto desde este punto de vista, es una forma de enriquecer.
De este razonamiento se deduce su opuesto: si acceder a la
pobreza equivale a obtener una fuente de energía vital, entonces acceder a la
riqueza equivale a perder una fuente de energía vital.
Conclusión: Cristo
nos enriqueció (según San Pablo y el Papa), aportándonos la sugerencia de ser
dueños de una gran fuente de energía vital mediante la pobreza.
(Este es el Artículo Nº 2.144)
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