La prédica
a favor de la pobreza que realiza la Iglesia Católica favorece directamente a
los empleadores, en tanto cuentan con trabajadores cuyas aspiraciones
salariales son más moderadas.
En
una sociedad capitalista tenemos sindicatos que unen a los obreros para
negociar más equilibradamente con los empresarios y tenemos sindicatos
religiosos que, sutilmente pagados por los empresarios, se vinculan con los
obreros para convencerlos de que ser ricos va contra los deseos de Dios.
Despectivamente,
los sindicatos obreros más combativos y comprometidos con los intereses de la
clase trabajadora llaman sindicatos
amarillos a los que, clandestinamente, dicen identificarse con los
intereses de los trabajadores pero que, en realidad, hacen lo mismo que las
religiones, es decir, refuerzan aun más el poder negociador de los empresarios.
El
sindicato cristiano católico aplaude y glorifica el dolor
provocado por la pobreza. También les dice a los ricos que deseen ganarse el cielo,
que una limosna sin dolor carece de la dimensión penitencial que debería tener.
Una limosna con lo que sobra no acumula
puntos celestiales. Este mensaje de dolor a los ricos que podrían colaboran
con los pobres parece más bien un consejo para que no colaboren.
Esta
comparación que hago con los sindicatos
amarillos (también llamados verticales),
está alentada por mi desconfianza en las reales intenciones de los líderes
católicos y de los líderes de los sindicatos amarillos.
Mi
desconfianza llega al punto de suponer que la obscena riqueza que tiene la
Iglesia Católica no pudo haberse formado con las limosnas de los pobres sino
con donaciones faraónicas de los ricos, quienes de alguna manera retribuyen la
ayuda que, desde los púlpitos, reciben de los sacerdotes cuando con los
sermones desestimulan la lucha por mejores salarios.
En
los hechos todo sigue igual y esto nos da la pauta de que la sociedad goza de
buena salud. Los ricos empresarios, los pobres trabajadores, los sindicatos
obreros y los sindicatos religiosos y amarillos de los empresarios, forman un
conjunto dinámico de actores que mantiene a nuestra sociedad capitalista con
una salud razonable.
En suma: nada tiene por qué cambiar si todos,
de una u otra manera, están conformes. En todo caso este artículo sería una
simple descripción sobre cómo acontecen algunos hechos que no suelen
explicitarse.
(Este es el Artículo Nº 2.149)
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