La satisfacción puede ser un fantasma terrorífico para personas que huyen de la holgura económica, del bienestar, de las alegrías.
— ¿Cómo te va, Juancito?
— ¡Muy bien y hasta con miedo a que me vaya mejor!
Este chiste popular, no conservaría algo de gracia si no fuera porque está condimentado con un poquito de verdad.
¿Dónde está esa pizca de verdad? Está en la parte donde se dice «tengo miedo a».
El abominable «sentido común» es ese prejuicio que sirve para ocultar alguna verdad preocupante. El prejuicio en este caso es pensar que todos seríamos felices mediante situaciones alegres.
Lo real no es eso. Un conjunto muy grande de personas no quiere progresar, evita (inconscientemente) tener más dinero, conseguir un buen trabajo, llevarse bien en la vida familiar, tener hijos que sólo den satisfacciones.
Efectivamente, a este numeroso grupo de evasores del placer les da miedo caer en un estado de bienestar que podría hacerlo «estallar de alegría», «morirse de la risa», «disfrutar como loco», y demás desgracias asociables al bienestar.
En períodos de crisis económica, es frecuente detectar el vertiginoso aumento de los juegos de azar.
Esta forma de ganarse la vida tiene una particularidad que es casi infalible: nunca el apostador tendrá mejor suerte que el administrador de los sorteos (para el caso en que por «suerte» sólo se entienda «ganar»).
Jugar a la lotería es una manera segura de mantenerse a salvo de la cruel, repentina y sorprendente solvencia.
La vía racional, repetida hasta el cansancio por los educadores, los padres y demás consejeros (incluidos los textos de autoayuda), consiste en trabajar duro, invertir y arriesgar siempre con moderación y llevar una vida frugal, asegurándose de que los ingresos siempre serán iguales o superiores a los gastos.
Pues no, muchas personas temen morir (estallar, fragmentarse) de alegría.
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11 comentarios:
Pienso que el temor a la alegría puede surgir de la experiencia reiterada de inestabilidad afectiva. Si estamos acostumbrados a los 'altibajos', habremos aprendido que después de estar arriba toca estar abajo.
La alegría intensa puede provocar una sensación de pérdida de límites y de autocontrol. Por este motivo puede temérsele.
Evitar la alegría puede significar un intento por evitar la tristeza. Si logro que nada me alegre, también es posible que nada me entristezca. El horror a sufrir puede llevarnos a bloquear la alegría.
Jugar a la lotería nos deja abierta la puerta de la esperanza. Mientras jugamos estamos creyendo en la posibilidad de una gran alegría. Estaremos apostando a las emociones fuertes; probablemente porque escasean en nuestra vida.
Los que le temen a la alegría
no juegan a la lotería.
De pronto una forma de manifestar el temor a la alegría sea el descreimiento, el evitar hacerse grandes espectativas, eludir la esperanza, no poder fijarse metas, no permitirse soñar despierto.
Si somos hábiles, casi todos los días podemos crearnos situaciones que nos permitan disfrutar. Cuando se pierde esa capacidad, una de las posibilidades es que hayamos dejado de buscar la alegría.
Cómo usamos el tiempo libre? Puede pasarnos que no podamos decidir qué hacer con él. Capaz que vemos varias opciones y no nos decidimos por ninguna, porque no podemos elegir. O puede que nada nos motive lo suficiente como para pasar de la idea a la acción. O que le temamos a los intentos fallidos y la frustración concomitante.
Para disponerse a disfrutar hay que tener cierto grado de iniciativa, y para tener iniciativa hay que salir de un estado medio difícil de describir, como de embotamiento mental. Un estado de aislamiento, de mente en blanco, que literalmente lleva a la inmobilidad.
La clinofilia (tendencia a permanecer tumbado, acostado) es un estado que parece apoderarse de la persona aflojándole los músculos, disminuyendo al máximo las posibilidades de excitación, de estimulación a través de los sentidos. Es muy común en las personas que están profundamente deprimidas, aunque no siempre esa depresión va acompañada de tristeza. Por el contrario, en estos casos las emociones se apagan. Es una especie de muerte en vida.
La holgura económica puede provocar un estado de satisfacción y tranquilidad, comparable al del recién nacido que ha sido alimentado. Pero de la satisfacción se puede pasar al acostumbramiento, y si le sumamos a la rutina la ausencia de problemas, podemos entrar en un estado de anestesia como el que describe Alicia.
Leyendo los comentarios pensaba que las drogas pueden servir tanto para aliviar las tensiones y afrontar las exigencias de una vida agitada, como para darle movimiento, contenido, excitación, alegría, a una vida apagada.
Claro que la mayoría de las veces el remedio es peor que la enfermedad.
Es como decía Mario Benedetti: "defender la alegría como una trinchera". Lo que significa que la alegría, más de las veces implica trabajo, una voluntad decida a conquistarla y mantenerla.
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