sábado, 1 de octubre de 2011

La compra-venta de objetos robados

El robo es una actividad tan antigua como la prostitución, que seguirá funcionando siempre y cuando siga siendo rentable.

El verbo «receptar» significa simplemente recibir, sin embargo contiene un matiz dramático porque también significa «Ocultar o encubrir delincuentes o cosas que son materia de delito.»

Como en cualquier otra actividad productiva y con fines de lucro, el robo necesita la comercialización de los bienes robados.

Quien fabrica pan, debe vincularse con sus compradores mediante la instalación de un local al que llamamos «panadería»; quien compra y vende electrodomésticos, también tendrá un local o una página web en la que puedan establecerse los contactos personales entre los fabricantes o importadores de heladeras (por ejemplo) y quienes necesiten comprarlas.

El motivo principal de la fabricación (panadería) o de la intermediación (venta de electrodomésticos), es el lucro, ganar dinero, eventualmente enriquecerse.

El robo es un negocio que posee características similares a las mencionadas actividades lucrativas y dejaría de existir si perdiera su cualidad de generar ganancias.

Si le bajamos el ruido escandaloso que estimula la delincuencia, quizá podamos comprenderla mejor.

Sin ir más lejos, entenderíamos que necesita mano de obra vocacional y capacitada. No cualquiera puede robar.

Este personal (ladrones) posee cualidades de observación, agilidad física, reflejos (reactividad neuro muscular), sentidos agudos (visión, oído, tacto), resistencia al estrés, tolerancia al trato policial y eventual reclusión.

Por su parte, los expertos en comercialización de objetos robados poseen el talento específico de cualquier comerciante, más la habilidad para moverse fuera de la ley.

El negocio funciona desde que el mundo es mundo porque hay una asociación implícita entre ladrones y compradores de objetos robados, esto es, personas que compran objetos diez veces más baratos que su valor de mercado, sin preguntarse por qué esa diferencia y sin preocuparse por ser cómplices.

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6 comentarios:

Efraín dijo...

Debe haber muchísima gente que compre objetos robados. Y muchísima gente que acepte como bueno, dinero proveniente del delito. Deben ser muchos más que los que roban.

Olga dijo...

Cada dos por tres estamos siendo cómplices de cosas que no querríamos.

Nazareth Inglese dijo...

Los comerciantes
de objetos robados
son especializados.

Gloria dijo...

Creo que en definitiva, mi marido, me ha receptado.

Lito (esposo de Gloria) dijo...

Y sí, yo te lo dije: "tas pal delito"

Gabriela dijo...

Todos, ya sea en grandes o pequeñas cosas, rompemos las reglas. El ladrón rompe las reglas de un ámbito particularmente sensible que es el de la propiedad. Para todos es muy importante la propiedad de objetos, bienes y servicios, porque esas propiedades hacen a nuestra vida. Mi vida será de acuerdo a mis propiedades; viviré en consonancia a lo que poseo.
Normalmente no decimos que nuestros seres queridos son nuestras propiedades, pero de hecho lo sentimos mas o menos así. Y qué pasa cuando nos roban una "propiedad" de ese calibre? En algunos casos, por suerte los menos, suceden los llamados crímenes pasionales. Nos roban un afecto y robamos una vida.
Los bienes materiales que poseemos, tienen en conjunto un valor similar al de una madre. Si yo armo un solo conjunto con todos los bienes materiales que poseo y hago la magia de desaparecerlos, me quedaré como sin madre: sin casa, sin ropa, sin alimentos, sin cama, sin nada de nada, igual que un bebé con hambre. Cualquier pequeño robo nos alerta ante esa posibilidad. Nos surge el miedo y razonamos que si bien nos robaron la radio del auto, nos podrían haber robado todo. Y aunque eso es muy poco posible, es real, porque podemos imaginarlo. Ante esa realidad surge la angustia y buena parte de lo que llamamos inseguridad ciudadana.