Quienes se caracterizan por dedicar mucho tiempo a quejarse, se dirigen a Dios porque suponen que Él los tienen un poco olvidados.
Lo real es que para ganarnos la vida tenemos que trabajar: cultivar la tierra, ordeñar las vacas, tejer los hilos de algodón o lana, confeccionar prendas de vestir, fabricar y vender utensilios de cocina, manejar camiones, financiar estas actividades, gobernar.
Para realizarlas es preciso dedicarles tiempo de aprendizaje, tiempos de elaboración, interrumpir otros entretenimientos, diversiones o descanso, arriesgar inversiones, enfrentarnos a nuestros potenciales compradores, convencerlos, competir con otros que hacen lo mismo, pagar los impuestos.
El verbo casi único es «hacer».
Sin embargo para algunas personas no es esto lo que hay que hacer para ganarnos la vida (dinero para comprar alimentos, abrigo, alojamiento, estudios).
Para esas personas en las que estoy pensando lo que hay que hacer es conseguir la aprobación del dueño de todo, caerle simpático, obedecerlo, decirle piropos, demostrarle sumisión, respeto y miedo. Adularlo, hacerle publicidad mencionándolo («Gracias a Dios», «Si Dios quiere», «¡Ay, por Dios!»).
Para esas personas el dinero no llega a nuestras manos por lo que hacemos sino por quienes somos. Si somos hijos de Dios, hijos de un padre rico, amigos de gente influyente, entonces ocurrirá lo que debe ocurrir: el dinero llegará a raudales, muy pocos proveedores querrán cobrarnos por sus mercancías y servicios, los propios organismos recaudadores perdonarán nuestros compromisos fiscales.
Algunos personajes con estas características son visibles, van y vienen sin que nadie sepa qué están haciendo además de mostrarse y cobrar.
La mayoría no son visibles sino audibles.
Efectivamente, todos los quejosos, plañideros y protestones son personas cuya tarea consiste en hacerle saber a su Dios amoroso, proveedor y justiciero, cuánto están sufriendo, cuánto necesitan, cuán pobres mártires son, llorando por sentirse abusados, víctimas, desfavorecidos, postergados.
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13 comentarios:
Las religiones en general ponderan el trabajo. El que no trabaja debería sentirse en falta con Dios y no al revés.
No faltan los que extienden su talento artístico a un punto tal, que les sirve para contar las más dramáticas historias acerca de su propia vida. Los hechos lamentables que les han tocado vivir, se transforman en material de ocasional disfrute, cuando en reuniones familiares despliegan la novela de sus desgracias.
La primera vez que hubo una guerra mundial, Dios se enfadó y cerró el tribunal de quejas.
Del mismo modo que uno aprende a ganarse la vida, también aprende a ganarse los amigos, los amores, la alegría.
No se sabe bien si gobernar es una forma de ganarse la vida, de ganar en la vida, o de perderse la vida.
Algunos se ganan la vida hilando fino.
Para ganarse la vida hay que sentir que uno invierte tiempo, y no que lo pierde.
Al fin y al cabo Dios es tan parecido a nosotros, que no creo que pueda con tanta cosa.
El que piensa que todo tiene que caerle del cielo, al final corre el riesgo de ser partido en dos por un rayo.
Uno de los piropos que más le gusta a Dios es: "qué hacés, Todopoderoso!"
Para ganarse la vida hay que tener una salud de hierro.
Nunca había pensado en las similitudes que pueden haber entre ser hijo de un padre influyente y ser hijo de dios. Es cierto... al final terminás crucificado...
Ser cordero de Dios es un sacrificio!!!
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