Una interpretación filosófica equivocada de los sufrimientos inherentes al funcionamiento biológico de la vida, puede provocarnos pobreza patológica.
A falta de explicaciones mejores, la humanidad se explica las dificultades propias de existir diciendo que son castigos por haber pecado, que son una condena porque somos culpables de algo.
Nuestro cerebro sólo puede percibir humanizándolo todo. Esto es inevitable. Y también es inevitable que todos nuestros inventos sean humanoides (con rasgos antropomórficos). Por eso el o los dioses, tienen características humanas.
Vivir tiene varias molestias (1), y como los humanos castigamos haciendo sufrir, entonces todo sufrimiento es un castigo provocado por alguien que tiene características humanas, sólo que en grados superlativos, pues los dioses son súper humanos: o muy buenos o muy malos.
Desde la desobediencia que cometieron Adán y Eva (comer una manzana prohibida), sufrimos porque fuimos castigados a ganamos el pan con el sudor de la frente y a parir con dolor.
Otro castigo recibido de los dioses condenó nuestra inagotable arrogancia. Es por eso que los hombres y las mujeres somos personas separadas y nos buscamos desesperadamente. Para peor, cuando nos encontramos, el vínculo no es del todo satisfactorio.
Por lo tanto, los humanos explicamos las molestias propias de vivir como si fueran castigos por culpas que cometieron personas fallecidas hace miles de años.
Esto nos lleva a la conclusión de que padecemos injustamente.
Cuando un ser humano padece injustamente, suele ponerse de mal humor, agresivo, reivindicativo, peleador, ofuscado, vengativo (eligiendo alguna víctima suficientemente débil para asegurar el éxito) o, por el contrario, puede sentirse abatido, deprimido, resignado, desmoralizado, desvitalizado, apático.
En aquellos seres humanos que se creen víctimas de un castigo injusto y que reaccionan con agresividad o depresión, ven su capacidad productiva severamente afectada y se convierten en candidatos seguros de una pobreza patológica.
(1) Blog especializado en las molestias de vivir.
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9 comentarios:
La aceptación es el primer paso.
Padecer es parte de la realidad, por lo tanto cuando calificamos al sufrimiento como injusto, estamos errándole, porque sufrir es inevitable. Lo injusto es que se haga sufrir a las personas a propósito, sólo por dañarlas. Pero eso más que injusto es inadmisible.
Según el Mito de Adán y Eva, lo que nos convierte en culpables es la desobediencia a la autoridad.
Al parecer estamos en un momento histórico en el que la autoridad no goza de mucho respeto y se desobedece a diario. Aunque quizás la autoridad que se desobedece es la que está representada por personas que ocupan lugares de poder (padres, profesores, adultos en general, policías), pero no todas ellas, sólo algunas. Otras, en general siguen siendo respetadas (líderes, personas de la alta sociedad, famosos, militares).
No se obedece el cuidado de la limpieza, ornamentación y mobiliario público, pero sí se respetan los mandatos de esos entes superiores que son la moda y el estatus.
Desobediencias las hubo siempre, al parecer lo que cambia es lo que inconscientemente se elige para ser desobedecido.
Como los pecados de nuestros ancestros nos hacen culpables, podemos sentir que es justo cargar con esa culpa y por tanto no tendríamos derecho a hacer nada que nos permitiera dejar de padecer.
Siendo que interpretamos los sufrimientos como injustos, creemos en la necesidad de la existencia de súper héroes, que vengan a nuestro rescate.
Mientras esperemos a los súper héroes (a que la ayuda milagrosa venga de afuera), no pondremos demasiado empeño en ayudarnos a nosotros mismos, ni en confiar en nuestra propia fuerza.
No vale, la mujer sufrió doble castigo: ganarse el pan con el sudor de la frente y parir con dolor.
Ahí tienen! La percepción de esa injusticia que señala Natalia, es la que lleva a que la pobreza sea más frecuente entre las mujeres que entre los hombres. Las mujeres están más irritadas y más deprimidas.
No padecemos injustamente. Dios nos pone pruebas.
Bien que dios podría ponernos pruebas más estimulantes, como hacer un buen asado, realizar una gran fiesta, aprender un idioma... yo que sé... tantas cosas Evangelina!
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