jueves, 18 de julio de 2013

El dinero y la privacidad




La ventaja que tiene el dinero es que nos permite gastarlo anónimamente, sin dejar señales de nuestras preferencias, necesidades, vicios.

Como vivo en un apartamento a treinta metros de altura sobre el nivel de la calle, no puedo tener un vacuno que me provea las proteínas en forma de bifes a la milanesa que exige mi carnívoro paladar.

Tengo otro inconveniente: como en poco rato me encariñaría con el voluminoso animal y no podría faenarlo, necesito poseer algo que mi proveedor de carne faenada necesite para permutárselo por ese delicioso alimento.

Estas singularidades de mi situación me obligan a la búsqueda de dinero, porque esta es la mercancía que seguramente será aceptada por el carnicero, por el vendedor de huevos, por el vendedor de pan rallado, por el vendedor de aceite, por el fabricante de sartenes y por el proveedor de combustible.

Solo el dinero estimula a esta media docena de  vecinos de mi comarca, sin los cuales yo no podría comer la sabrosa milanesa que reclama el paladar.

Pero hay algo más.

Por algún motivo inexplicable, pero que todos comprenden, a mí no me gusta que los demás sepan cuáles son mis preferencias gastronómicas, ni mis gustos personales, ni mis vicios, ni mis gastos superfluos, ni mis ahorros.

Como soy tan discreto quiero que mis compras no dejen huellas. Cuando pago con dinero se borra el antecedente pues nadie sabe que ese dinero fue mío y que lo entregué para adquirir tal o cual mercadería o servicio.

A casi todos nos pasa lo mismo: queremos ganar dinero para hacer con él lo que se nos ocurra, sin que nadie tenga que saber cómo soy, qué preferencias, necesidades y deseos gobiernan mis actitudes y mis decisiones. ¡Esto es libertad!

Ahora estoy preocupado porque las tarjetas de crédito me quitan privacidad.

(Este es el Artículo Nº 1.944)

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