El aire es imprescindible pero sigue siendo gratis
porque abunda, los ricos son prescindibles, pero parecen valiosos porque son
pocos.
Pensemos en la siguiente
situación:
El último día del año 1979,
dos personas tienen diferentes posesiones: una tiene un libro cuyo contenido es
valioso para cualquier ser humano y que costó diez dólares, la otra persona
tiene esos diez dólares porque fue quien le vendió el interesante libro a su
actual poseedor.
¿Los ven? Uno se muestra feliz
acariciando su libro y el otro está serio porque tener diez dólares en su
bolsillo no le causa emoción alguna.
Al día siguiente, 1º de enero
de 1980, alguien sube a la web el contenido completo del libro, el que ahora
queda disponible para cualquiera que acceda a una computadora conectada a
Internet.
Si observamos a las mismas dos
personas constataremos que se mantienen inmutables: uno está feliz de poseer el
libro y el otro sigue impasible con sus diez dólares.
Sin embargo, la situación
económica de ambos ha cambiado pues si el libro ahora está disponible para casi
toda la humanidad, su valor ha caído drásticamente. Quizá solo conserve el
valor del papel y de las tapas, pues el contenido es tan accesible como el aire
que respiramos.
Esas dos personas han
modificado sus patrimonios: si hasta el último día de 1979 tenían la misma «fortuna», el primer
día de 1980 el dueño del libro lo ha perdido todo.
Dicho de otro modo: hasta el 31-12-1979 estas personas pertenecían a la
misma clase económica, pero a partir del 1º-1-1980, uno es pobre (el dueño del
libro) y el otro es rico.
Con estos elementos podemos decir que la abundancia de un bien (el libro
en la web) lo desvaloriza y la escasez lo valoriza.
Los ricos
parecen valiosos porque son pocos.
(Este es el Artículo Nº 1.945)
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