El paciente de psicoanálisis paga una cantidad de
dinero equivalente al valor subjetivo de la realidad que desea asumir.
Podríamos decir que los
honorarios que les pagan los pacientes a los psicoanalistas cubren las
necesidades de estos para vivir de su trabajo, pero por añadidura,
indirectamente.
No puedo asegurar que los
psicoanalistas tengan esta opinión en forma unánime. Quizá algunos, muchos o
pocos, no sé, regulan el monto de sus honorarios atendiendo a parámetros del
mercado, tomando como referencia cuáles son los aranceles de los psicólogos, o
los abogados, o los arquitectos.
Sin embargo la idea del
psicoanálisis es diferente a la que tienen los demás prestadores de servicios.
En psicoanálisis el valor de
los honorarios también es terapéutico y el monto debe fijarse atendiendo a cómo
participan en todo el trabajo que el analista y el analizante realizan en cada
etapa del análisis.
Aplicando el punto de vista de
la economía de mercado, del capitalismo común y corriente, un economista podría
decir que esta fijación de honorarios es arbitraria, fuera de lugar,
antojadiza.
Sin embargo el tema es
bastante más interesante que el simple pago de un tiempo, o de una consulta
puntual, o de un procedimiento como podría ser el de recetar lentes o un
audífono.
El dinero que le paga el
analizante al analista debe tener para el primero un valor de renunciamiento,
de responsabilidad, de desengaño.
Recordemos que este tipo de
tratamiento estará dirigido a terminar con algo muy parecido a una drogadicción,
esto es, estará dirigido a terminar con los autoengaños, con las soluciones
fáciles, con el apego a ilusiones, a fantasmas, a síntomas que en el fondo son
más placenteros que las realidades que encubren.
El paciente necesita
desprenderse de una cantidad de dinero equivalente al valor subjetivo de las
debilidades que desea abandonar.
(Este es el Artículo Nº 1.943)
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