El cliente paga al
proveedor el alimento que consume el cuerpo de este.
Cuando se dice que «el cliente siempre
tiene razón», suele pensarse que el vendedor, el proveedor, el comerciante,
productor, fabricante, prestador de servicio, debe ser estrictamente fiel a la
demanda, al pedido, a la solicitud, a las expectativas de quien compra nuestro
trabajo, tiempo, producción, destreza.
Si el cliente nos compra algo es porque él no puede satisfacer por sí
mismo alguna necesidad o deseo. Necesita ayuda, colaboración, asistencia.
El cliente compra lo que no puede hacer solo.
Dejemos volar la imaginación solo para que el fenómeno de la
comunicación entre usted y yo sea posible.
Si el cliente pudiera hacer por sí solo todo lo que necesita o desea,
nuestra participación sería innecesaria y dejaría de ser nuestro cliente.
Tenemos trabajo gracias a que el cliente no puede hacer todo lo que
necesita o desea.
Cuando asumimos la consigna de que «el cliente siempre tiene razón»
estamos sugiriendo que la técnica de venta consiste en formar parte del cuerpo
de él, tenemos que ser solidarios (formar un único sólido) con él.
Por ejemplo, si tenemos trabajo es porque a nuestro cliente le faltan
dos manos más para conseguir todo lo que necesita o desea. Tenemos trabajo en
tanto y en cuanto podemos actuar como esas dos manos que le faltan a nuestro
cliente.
Cuando decimos que él siempre tiene razón queremos decir que nuestro
desempeño consistirá en imaginar que nuestras manos, anatómicamente nuestras,
deben actuar con la inteligencia, el cerebro, la razón, el criterio, de él y no con el
criterio nuestro como ocurre cuando no vendemos nuestro trabajo porque estamos
descansando y usando nuestras manos según nuestra
razón.
Él nos paga lo que debería comer de más si efectivamente
tuviera otras dos manos.
(Este es el Artículo Nº 1.946)
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