Se dice «gana dinero solo
quien tiene ganas», donde «ganas» se usa, por ejemplo para decir: «urgentes
ganas de orinar».
En dos artículos anteriores
(1) estuve comentándoles que las personas triunfadoras son aquellas cuyas ganas
de alcanzar un cierto nivel económico son tan perentorias, incoercibles,
obligatorias, irresistibles, irrefrenables, como las ganas que alguien puede
tener de comer, dormir, higienizarse, defecar, orinar, hacer el amor, acariciar
a su hijo, regalarle una casa a los padres, conocer la ciudad que tiene su
mismo apellido, o cualquier otra necesidad igualmente impostergable.
También estuve comentándoles
que cuando cualquiera de nosotros tiene, siente, padece, sufre, alguna
necesidad con ese grado superlativo de imperatividad, no pierde el tiempo
comentando con lujo de detalles qué le gustaría hacer, cuáles son sus planes,
qué estrategia elegirá entre otras varias que ha pensado, ni informa cuántos
libros ha leído sobre el tema, ni hace una lista de cuántas personas habrá de
consultar antes de abocarse a darle rápida satisfacción a su necesidad de
orinar, comer, o cualquier otra de las mencionadas.
También estuve comentándoles
que la esperanza es una enfermedad (2) que no se diagnostica como tal porque es
la única que aporta sensaciones placenteras, sin perjuicio de lo cual es capaz
de adormecer nuestras necesidades más perentorias como si fuera un alcaloide
adictivo del tipo morfina o cocaína.
Observemos algo de nuestro
lenguaje.
Alguien puede decir: «¿Tú cuánto ganas? », a lo que el otro puede responderle: «No gano nada porque
generalmente no tengo ganas de
trabajar».
La primera palabra «ganas» es
derivada del verbo «ganar», mientras que la segunda es el sustantivo «ganas». Ambos significan cosas
diferentes, sin embargo podríamos pensar que en nuestro idioma está consagrado
el fenómeno de que «gana solo quien tiene ganas»,
donde «ganas» se usa, por ejemplo en «urgentes ganas de orinar».
(Este es el Artículo Nº 1.930)
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