Nuestros seres queridos, presididos por mamá y
nuestros objetos queridos, presididos por el dinero, nos ayudan a vivir.
Hablemos del amor.
Quienes hablamos de algo
tenemos la costumbre de referirnos a definiciones y clasificaciones.
Quizá lo hacemos para tratar
de quitarnos la angustia que sentimos cuando no sabemos por dónde empezar o
para quitarnos el temor que nos provoca una hoja blanca que parece apremiarnos
con un imperativo «¡¿Y...?!», como queriéndonos apurar en alguna definición comprometida.
Otra costumbre es la de
empezar por el principio, sobre todo porque a nadie se le ocurriría criticar a
alguien que haga algo tan obvio como «empezar por el principio».
— Mamá nos ama porque fuimos parte de su cuerpo y porque ella tarda
años, y hasta décadas, en asumir que dejamos de ser parte de su cuerpo. Por lo
tanto el primer amor es narcisista: nos ama por transitiva, por inercia, porque
somos «carne de su carne»;
— Amamos a mamá por similares sentimientos narcisistas, en tanto a tan
corta edad, nuestro Sistema Nervioso Central aún no se da cuenta si somos parte
de ella o ella es parte de nosotros;
— Podemos pensar que amamos nuestro cuerpo porque este parece ser el
encargado de mantenernos con vida. El instinto de conservación nos inspira
sentimientos positivos, amorosos, de atracción hacia todo lo que nos mantenga
con vida. Por lo tanto, el amor narcisista a nuestro cuerpo podría estar
motivado porque sentimos que él nos mantiene con vida;
— Esto nos aproxima a concluir que amamos todo aquello que nos mantenga
con vida, tanto sean personas como objetos;
— Más precisamente podríamos concluir que amamos a nuestros seres
queridos, presididos por mamá, en tanto nos ayuden a vivir y más precisamente
podríamos concluir que amamos a nuestros objetos, presididos por el dinero, en
tanto nos ayuden a vivir.
(Este es el Artículo Nº 1.942)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario