No siempre tenemos que esperar a que alguien nos
pida un trabajo concreto: podemos ofrecerlo pues seguramente alguien lo
comprará.
Imaginémonos un grupo de, por
ejemplo, 100 personas que viven relativamente aisladas del resto de la
humanidad.
Son 50 hombres y 50 mujeres,
entre niños, adultos y ancianos. Viven de los productos vegetales que
recolectan en la zona y de las proteínas que obtienen de los animales que
ordeñan y faenan.
Uno de ellos, Juan, fabricó un
cuchillo admirado por varios pobladores. Estos desearían tenerlo pero solo Juan
sabe fabricarlos.
La mujer que vive con Pedro le
dijo a éste que le gustaría tener ese cuchillo para cocinar alimentos más ricos
y abundantes. Pedro habla con Juan y le dice que le gustaría comprarle el
chuchillo. Juan le pone un precio y Pedro se lo paga, llevándose el cuchillo
para que la mujer que vive con él cocine alimentos más ricos y abundantes.
Ahora tenemos que Juan tiene
en su poder algo que no necesita tanto: el dinero que recibió de Pedro.
En poco tiempo encuentra que
podría destinarlo a comprar unas botas para su hijo. Va y habla con la zapatera
Susana y ésta se las vende.
Recapitulemos:
Juan trabajó fabricando un
cuchillo tan hermoso y útil que también les gustó a otras personas, además de a
él mismo.
Esta acción inicial de Juan
dio lugar a que la zapatera Susana tuviera trabajo porque Juan le pidió que le
fabricara y le vendiera un par de botas.
En otras palabras: la actitud
proactiva, emprendedora, laboriosa de uno (Juan) provocó que alguien tuviera
trabajo (Susana fabricando el par de botas).
Este fenómeno se llama Ley de Say porque
fue quien primero dijo algo extraño, paradójico: La oferta genera una demanda.
En suma:
También podemos ofrecer antes de que nos pidan.
(Este es el Artículo Nº 1.927)
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