Quienes no logran elaborar el duelo por la pérdida de su infancia y el vínculo con los padres protectores, pueden rechazar sistemáticamente a los empleadores que no sean ni maternales ni paternales.
Contamos con una inteligencia que está supeditada al deseo para percibir, entender y aprender.
Por ejemplo, una persona tarda quince segundos en comprender que su casa se cotiza mejor y quince meses en aceptar que se desvalorizó.
Esto provoca zonas de la realidad para la que estamos ciegos y sordos. Nuestro cerebro no verifica su existencia. Para él no están en el mundo real.
Luego de millones de años de evolución hemos llegado a este estado quizá porque es muy poco y nada lo que podemos hacer para cambiar la naturaleza.
En otras palabras, la inteligencia no necesita ser más realista porque, sepamos o no cómo son las cosas en realidad, nuestra influencia es insignificante, innecesaria o contraproducente.
Entre empleadores y empleados puede establecerse una asociación para producir más y mejor, repartiéndose las utilidades en beneficio mutuo.
Por el contrario, ambos pueden estar en una permanente litigio, desconfianza, tensión, malestar, conflicto, violencia.
¿Por qué se crea y se conserva un vínculo perjudicial para ambas partes?
Dejemos de lado el caso de empleadores ineptos para su rol, incapaces de negociar, torpes. Esta categoría está escasamente poblada porque el capitalismo extermina a los ejemplares no viables dentro de su lógica despiadada.
Cuando un empleado ignora tenazmente que su empleador no es su madre, entonces se enoja con él porque lo hace trabajar para pagarle un salario mientras que aquella santa mujer, lo alimentaba, vestía y mimaba desinteresadamente.
Quienes no han logrado elaborar el duelo de su vida infantil (amor, protección y suministros incondicionales de los padres), quedan incapacitados para entender gran parte de la vida adulta.
Nota: La imagen corresponde a Margaret Tatcher (La dama de hierro), quien fuera Primera Ministra de Inglaterra entre 1979 y 1990, recordada por su dureza con los sindicatos.
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11 comentarios:
Ja,Ja! qué bueno está el ejemplo de la casa.
Yo sé que en la vida adulta está lleno de tías viejas que te apretan los cachetes.
Cómo voy a elaborar el duelo de la vida infantil si mi madre siempre me puso condiciones para todo!
Pasamos por el liceo para aprender básicamente una sóla cosa: hay que trabajar (estudiar) para seguir adelante (salvar los exámenes).
Es difícil que haya una relación armoniosa entre personas que han sido favorecidas por la vida, por el azar, de manera tan diferente.
Mi patroncito siempre fue un padre para mí. Un padre exigente y duro, pero un padre.
Entre la explotación manifiesta del dueño y la subrepticia de mi madre, no sé con cual me quedo...
Ser trabajador, honesto y responsable en la empresa, no ha tenido el peso suficiente como para que se tolerara mi afiliación política.
Durante mi adolescencia lo único que entendía de la vida adulta era que se acercaba y yo no quería llegar a ella.
Mi madre era una santa. Claro que mi jefe no se parece en nada a ella! Ni soñando esperaría protección de él, pero qué le costaría invitarnos a un asado de vez en cuando!
Pobre Jorge, no entendió nada.
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