domingo, 20 de marzo de 2011

Mi novio me regaló la luna y yo le entregué mi...

Si repudiamos a quienes roban, la frustración de nuestro deseo inconsciente de poseerlo todo se alivia. Por eso los ladrones resultan ser necesarios y disimuladamente patrocinamos su existencia, rol y actividad.

En algunas ocasiones (1) he comentado con ustedes el paradójico fenómeno de la resistencia a la cura causado por invisibles beneficios secundarios de la enfermedad.

En otro artículo (2) les decía que cuando padecemos un descuido que le facilita la tarea a un ladrón, estamos demostrando qué poco nos conocemos, pues todos somos potencialmente ladrones aunque sean relativamente pocos quienes efectivamente roban.

Existe un beneficio secundario que nos vuelve más vulnerables a ser robados.

La idea de propiedad privada no está en nuestra naturaleza sino que es impuesta por la cultura.

Más precisamente, todos deseamos ser dueños del planeta entero, pero la cultura nos obliga a reconocer que otros también sean propietarios, al menos de una partecita (dinero, vehículo, casa).

En otras palabras, los humanos no somos potencialmente ladrones sino que nuestro inconsciente cree que todo nos pertenece.

La cultura nos impone aceptar que otros también deseen ser propietarios.

Para evitar que nos matemos mutuamente, la cultura nos ayuda a cuidar (mediante leyes, jueces, policías, cárceles) el pequeño trocito de planeta (casa, auto, dinero) que podamos haber adquirido.

El derecho a la propiedad privada es un tibio paliativo a nuestra ambición más profunda (la propiedad total).

Por lo tanto, el deseo inconsciente de propiedad total está frustrado y sufrimos por ello. Para peor, no acostumbramos confesar esto que nos pasa.

Esta frustración a nuestro deseo de apoderamiento global se alivia parcialmente poseyendo algunas pocas cosas (útiles, casa, terreno) mientras que la imposibilidad de confesar nuestro profundo fracaso (desahogarnos) lo apaciguamos descargando nuestra furia legal contra los ladrones ... que si no existieran, trataríamos de crearlos para poder culparlos y aliviarnos.

(1) «Enfermé en defensa propia»
Vamos a venir
Monumento al antidepresivo
La solidaridad y la pobreza

(2) La honestidad del temeroso
Algunos ciudadanos merecen ser reconocidos
El hurto es un delito simpático

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10 comentarios:

Iris dijo...

Me parece a mí, o ud está hablando, ya de paso, del "robo" de respetables mujeres casadas.

Eloísa dijo...

Además de la especie humana, muchas otras especies animales aceptan que el territorio propio tiene límites. No creo que sea un producto de la cultura, respetar la propiedad privada.

Noemí dijo...

Y sí... para mí que un poquito de envidia nos dan los ladrones.

Evaristo dijo...

Es cierto, todos llevamos adentro un niño que cree que todo le pertenece.

Celeste dijo...

Si mi novio me regala la luna, yo le entrego lo que sea.

Lola dijo...

Yo quiero todo: al cura y a los beneficiarios secundarios.

Ernesto dijo...

La propiedad colectiva admite que poseamos trocitos del planeta más grandes.

Jackes dijo...

El primer ladrón es el padre.

Gloria dijo...

A veces no tenemos de que hablar. Miramos para dentro y vemos una espaciosa habitación blanca. Cuando hablamos de nuestras especialidades ya no encontramos auditorio: el esposo y los hijos son temas que nos tienen hartas a todas. En definitiva, lo que necesitamos es un buen tema, algo que capte la atención. Ser víctima de un robo nos pone inmediatamente en frente de la tribuna. Porque ser víctima a secas, da poco resultado. Nadie puede culparnos, se nos vació la vida porque nos tomamos demasiado en serio nuestros deberes, o de pronto no teníamos talento para vivir, pero admitir eso es duro e innecesario.

Marta dijo...

Quienes se atrevan a hacer eso que tanto deseo y tanto reprimo, merecen el mayor de mis desprecios.