Seríamos muy poderosos y autosuficientes si no tuviéramos ni necesidades ni deseos. Ambos nos debilitan. Como las necesidades son inevitables, saboteamos nuestros deseos.
A usted quizá ya le ocurrió que intentó vender un cierto objeto por el que le pagaban una suma pequeña pero que cuando lo quiso comprar, su valor era elevado.
Una explicación muy breve requiere el apoyo de algunos artículos que he publicado donde hago mención a las necesidades y los deseo (1).
Resumiré lo esencial para que no pierda tiempo.
La injusta situación que se nos presenta con los distintos valores de un mismo objeto, está relacionada con nuestra necesidad o deseo en tanto y en cuanto, sabido es que todo lo que necesitamos o deseamos nos estimula (excita, impulsa, nos obliga) a realizar un esfuerzo para satisfacerlos.
Una ley fundamental de nuestra especie podría decir: Todos procuramos el esfuerzo ajeno pero no el propio.
Por ejemplo, cuando usted quiere vender un ventilador porque necesita U$S 100.-, todos se dan cuenta qué es lo que usted quiere, entonces le piden que haga el máximo esfuerzo para recibirlos (por ejemplo, entregando el ventilador y otros objetos).
Por el contrario, si usted quiere comprar un ventilador porque siente calor, lo que usted desea es poseer ese aparato. Todos se dan cuenta qué es lo que usted quiere entonces le piden que haga el máximo esfuerzo entregando mucho dinero.
En suma: los humanos tratamos de vivir sumando un mínimo esfuerzo propio con un máximo esfuerzo ajeno (padres, amigos, cónyuge, empleados, empleadores, clientes, vecinos, gobierno, etc.).
A su vez, todos (menos nosotros), se aprovechan (tratan de utilizar, abusan) del estímulo (energía, voluntad, impulso) que tenemos al estar necesitados o deseantes.
Como las necesidades (comer, dormir, abrigarnos) son inevitables, solemos sabotear nuestros deseos porque terminan beneficiando a los demás.
(1) Necesito que me necesites
Por qué hay amores de matan
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8 comentarios:
Los estoicos decían que se podía alcanzar la libertad y la tranquilidad, descentrando la vida de la búsqueda de las comodidades y riquezas materiales; basando la vida en la razón y la virtud
Este movimiento filosófico nació en el siglo III a.C.
En el s. XIX nos enteramos que la razón no es la que guía nuestra vida (aunque ese sea nuestro deseo) y también supimos que las pulsiones inconscientes y el determinismo del que estamos sujetos, hacen que el camino de la virtud no sea una opción sino un encuentro.
Quizás si no tuviésemos necesidades seríamos muy fuertes, extremádamente fuertes, pero no poderosos. El poder nace de la necesidad.
Con los deseos hacemos de todo: los saboteamos, nos los creamos, los negamos, los imponemos, los reprimimos, les quitamos importancia, los inflamos, etc.
Cuando fui a comprar mi ventilador le dije a Héber "qué frío, te parece que compre el ventilador?" Él me respondió "sería mejor que compraras una estufa" (el vendedor no oyó porque Héber es mi amigo incógnito). El vendedor creyó que yo le preguntaba a él si era oportuno comprar un ventilador y me dijo que sí, que el ventilador renueva el aire de la casa si lo pongo cerca de la ventana. Yo le dije que si hacía eso el ventilador me iba a llevar el aire caliente que todavía tenía en casa y me iba a traer todo el aire frío de afuera. El vendedor me dijo que eso sería muy favorable porque estábamos en verano y en verano hace calor. Yo le dije que aunque estuviéramos en verano tenía mucho frío. El vendedor me propuso hacerme un 20% de descuento. Entonces yo lo pensé y le dije que sí, porque aunque no necesitaba el ventilador, quería ser amable con su gentileza.
Por esta vez mi necesidad coincide con mi deseo. Quiero abrigarme entre tus brazos, papi!
Puse la cortadora de césped a la venta en el jardín. Voy a seguir su consejo y agregaré un cartel que diga: no quiero venderla, pero si alguien me convence... estaría dispuesto.
Una vez la vecina se dio cuenta de que necesitaba vender a mi cotorrita australiana porque ya no tenía ni para comprar la leche. La muy bruja golpeó en la puerta de casa y me preguntó el precio. Me dijo que mi cotorra estaba muy cara, y que si precisaba leche, podía ir al almacén, que su marido me podía despachar.
Cuando se vende algo los otros tienen que darse cuenta de que ud quiere venderlo, pero no puede mostrarse desesperado.
Es como con las mujeres, ellas también huyen de los hombres desesperados (siempre que ellas no estén desesperadas también).
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