No puedo fundamentar por qué
asocio estos dos temas pues el vínculo es notoriamente irracional y difícil de
compartir. Lo cierto es que para mi cerebro están vinculados.
Por una lado recuerdo que ante
las primeras salas de cine, nueve de cada diez observadores aseguraron que ese
invento decretaba la muerte del teatro, pero los futurólogo no vieron realizado
su vaticinio.
Por otro lado recuerdo que
ante los primeros supermercados, nueve de cada diez observadores aseguraron que
a los pequeños comercios les quedaba poca vida, pero los agoreros, no solo se
frustraron sino que ahora son los supermercados y shoppings los que están dando
muestras de anemia.
Por otro lado recuerdo que
ante las primeras manifestaciones de Internet, nueve de cada diez observadores
aseguraron que estábamos ante la agonía del libro de papel, pero los fatídicos
augurios, no solo se frustraron sino que ahora tuvieron que inventar la tablet
porque el predominio del libro tradicional no para de crecer.
Lo que no puedo explicar es porqué estos
hechos podrían estar vinculados a otra creencia igualmente indemostrada.
Según esta creencia las personas rendimos en
proporción al dinero que ganamos. Se supone que el ser humano rinde más si gana
más, pero los resultados no son esos. Los resultados son tan extraños que ni
los mismos interesados en ganar más dinero por su esfuerzo logran entender por
qué ante cada aumento salarial su desinterés por la tarea aumenta
desproporcionadamente.
Aunque no puedo explicar por qué mi cerebro
asocia el fracaso de las premoniciones con esta irracionalidad en la conducta
laboral podría sugerir una hipótesis más o menos aceptable.
Hipótesis: El dinero «roba»
la paternidad de lo que se hace con
amor.
(Este es el Artículo Nº 1.855)
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