jueves, 18 de abril de 2013

El sadismo de los voluntaristas

 
Los voluntaristas agreden a los desocupados pues estos parecen quitarle verosimilitud a su lema «Querer es poder».

En otro artículo (1) digo textualmente:

«En nuestra cultura nos parece bien que si alguien nos provoca un perjuicio, tanto podemos recibir una indemnización equivalente a ese perjuicio, como podemos considerarnos compensados si el causante de nuestro perjuicio tiene una pérdida similar».

Por ejemplo, si alguien choca contra nuestro vehículo, tanto nos sirve que pague los gastos de la reparación como que sufra la pérdida de su libertad en la cárcel. ¡Insólito!

Insistentemente combato la actitud de quienes pregonan el antiguo lema «Querer es poder».

Aunque estos creyentes en la omnipotencia de su voluntad suelen ser buenos ciudadanos y buenos padres de familia, generalmente adolecen de algunos rasgos sádicos.

Escribo estos párrafos pensando en las peripecias afectivas de quienes pierden su trabajo y no pueden encontrar otras fuentes de ingresos económicos.

Cuando en el núcleo familiar tienen que convivir un desocupado con un voluntarista, la situación se complica especialmente porque los rasgos sádicos de este provocan diferentes formas de acusación a quien no puede conseguir trabajo.

Como la economía familiar se resiente ante la ausencia de ese salario, las penurias son un perjuicio que alguien debería indemnizar... como en el caso de quien nos abolló el vehículo.

Por otra parte, el «voluntarista ligeramente sádico» necesita confirmar en los hecho aquello que lo mantiene con esa actitud, es decir, debe acusar al desocupado de que no está haciendo todo el esfuerzo que debería para revertir la falta de ingresos.

El voluntarista se siente muy mal cuando algo pone en duda que «todo se arregla con voluntad», porque pierde seguridad, es mortificado por una incertidumbre que combate hasta irracionalmente.

Para aliviarse de este perjuicio, apela a causar un dolor similar en el desocupado. ¡Insólito!

 
(Este es el Artículo Nº 1.853)


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