La cultura nos obstaculiza conocer nuestro real
valor económico porque se empeña en interpretar que siempre es una coima.
El valor de una mercadería o
de un servicio está determinado por su capacidad para satisfacer una necesidad
o un deseo.
Como en última instancia lo
único que nos importa es nuestra especie (porque tenemos la misión de
conservarla [1]), quizá convenga aceptar que el valor de un ser humano también
está determinado por su capacidad para satisfacer las necesidades y los deseos
de otros seres humanos.
Somos renuentes a mencionar la
idea de que las personas tenemos un valor económico. Quizá sintamos temor a ser
confundidos con una «cosa», con un «objeto».
Si no podemos abordar el tema de que tenemos un valor económico y de que
nos gustaría ser retribuidos en función de él, nuestras posibilidades de
negociar la participación en la riqueza planetaria están drásticamente
mermadas.
El criterio socialistas según el cual cada uno debería recibir lo que
necesita es notoriamente un ideal, es una de esas expresiones de deseo inútiles
que solo sirven para que los más necesitados e ingenuos posterguen
indefinidamente las acciones tendientes a recibir lo que se merecen.
Es indignante observar cómo tantas personas se conforman cuando algún
político populista le dice que está luchando por recuperarle eso a lo que aún
no ha accedido.
Los ciudadanos deberíamos encarar con realismo el valor económico que
merecemos, teniendo en cuenta eso que mencionaba al principio: la capacidad que
tenemos de satisfacer las necesidades y los deseos de otras personas.
La frase popular «Todo el mundo tiene su precio, solo falta saber cuál
es», es un obstáculo para valorarnos con realismo porque lo que en realidad
connota es «Todo el mundo es corrupto, solo hace falta conocer cuál es el monto
de las coimas que cobra».
(Este es el Artículo Nº 1.840)
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12 comentarios:
Podríamos adjudicarnos un valor comercial. Sólo necesitamos pensarnos como mano de obra, con una capacidad de trabajo determinada y una formación específica. Podemos sumar cualidades personales como facilidad para vincularse, riqueza de vocabulario, capacidad de adaptación, creatividad.
Así como nos dan un puntaje cuando concursamos, es posible traducir ese puntaje a un valor monetario.
¿No veo cuál es la necesidad de darse un valor medido en pesos? ¿POr qué visualizarnos como mercancía?
De hecho nos ven como mercancía. Falta que nosotros demos con la cifra que estarían dispuestos a dar por nosotros en el mercado laboral. Puede sernos de utilidad.
No me satisface la sociedad capitalista y para mí sería el colmo llegar a darle un valor comercial a las personas.
Parafraseando a Mafalda: ¨paren el mundo que me quiero bajar¨.
¿Qué valor se le da a otro ser humano que es capaz de brindar bienes y servicios no remunerados?
Algunas personas tienen objetivamente un valor económico alto y no son retribuídas de forma acorde al mismo.
En los casos que menciona Laura, es provechoso que el individuo tome conciencia, suba su autoestima y haga lo que sea necesario como para ser retribuido según su justo valor.
Pienso que ese valor se lo tiene que dar uno mismo. Toda valoración puede ser equivocada, pero prefiero equivocarme yo a que se equivoque otro.
Si llegás a la conclusión de que para el mercado valés poco, podés hacer lo necesario como para aumentar tu cotización.
No me parece que haya confusión entre su planteo y lo que significa una coima. Son cosas absolutamente distintas.
Pienso que es imposible que no nos veamos como cosas si nos damos el mismo tratamiento que a ellas, llegando inclusive a ponernos un valor.
Puede ser mala idea seguir estableciendo compartimentos que fracturen nuestra unicidad. Como seres vivos no tenemos precio; pero resulta que como objetos de mercado sí lo tenemos. En lugar de aportar en el sentido contrario, buscando humanizarnos y naturalizarnos más, el planteo suyo es progresar en la cosificación y el mercantilismo.
No va con mi forma de sentir.
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