La insensibilidad de los humanos ante los cambios graduales explica por qué hoy estamos incomprensiblemente mal.
Denomínase parábola a la «Narración de un suceso fingido, del que se deduce, por
comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral.»
Es muy conocida la parábola de
la rana y el agua caliente. Es una de la narraciones más nuevas. Quizá no tenga
más de dos siglos. Algunos opinan que se le ocurrió a un consultor experto en
vender sus grandes falacias para prosperar en menos de 24 horas.
El contenido resumido dice que
si ponemos una rana en agua fría, podremos hervirla siempre que el ascenso de
la temperatura sea gradual.
Otra particularidad de las
parábolas es que, para quienes las escuchan, una rana y un ser humano son
iguales.
Atendiendo a esta discapacidad
para discriminar seres tan diferentes, obtenemos la enseñanza de que los
humanos podemos ser hervidos sin oponernos siempre que el cambio, de la
temperatura o de la situación, sea progresivo, lento, sin brusquedades
alarmantes.
A todos nos llama la atención
lo que ocurre en China, entre otros motivos porque uno de cada cinco seres
humanos nació ahí.
Aunque no tiene por qué ser
así, es probable que la cultura milenaria los haya provisto de cierta
sabiduría.
Lo cierto es que la calidad de
vida les viene aumentando en forma sostenida desde hace más de 30 años.
Para que el pueblo no provoque
un estallido social por las graves penurias a las que estuvieron expuestos
hasta la década de los setenta, el partido comunista gobernante lucha para que
el pueblo mejore notoriamente, pues si mejorara gradualmente no se darían
cuenta, como la rana.
Esta particularidad de las
ranas, de los humanos y de los chinos explica por qué nosotros, sin darnos
cuenta, llegamos a estar tan mal.
(Este es el Artículo Nº 1.862)
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