Algunas personas piensan que el hambre dolorosa es proveedora de alimento observando el despliegue de energía que hacen buscando comida.
Cuando podemos admitir nuestra
irracionalidad, abrimos una ventana a la condición humana para ver hermosos
paisajes y horrendas imágenes dantescas.
Para recuperar la energía que
gastamos viviendo, comemos y bebemos. El proceso digestivo asimila los
nutrientes (proteínas, vitaminas, minerales) y excreta los residuos.
Cuando sentimos hambre o sed
la naturaleza nos informa que ya es hora de comer y de beber. El cuerpo emite
una señal dolorosa cuyo alivio se vuelve progresivamente acuciante hasta que
satisfacemos esas necesidades.
La naturaleza nos pone en
acción mediante el dolor. El dolor no nos da energía sino que nos obliga a
gastarla de una manera determinada.
Sin embargo, para muchas
personas no está claro si ese fenómeno es generador o consumidor de energía.
Como se ven actuando con entusiasmo, entienden que el malestar es generador de
energía, interpretan que el dolor los alimenta.
Pongo un ejemplo trivial.
Así como alguien puede pensar
que el dolor del hambre es un generador de energía porque se observa a sí mismo
entrando en actividad para conseguir alimentos, también puede pensar que el
cobrador de impuestos es un generador de dinero porque se observa a sí mismo
consiguiéndolo.
¿Cómo puede ser que alguien
padezca estas equivocaciones?
Muchos accidentes ocurren
porque los instrumentos proveen información errónea. Por ejemplo, un avión
puede estrellarse contra una montaña si el altímetro marca cinco mil metros de
elevación cuando en realidad solo ha remontado dos mil metros.
En los humanos esos
instrumentos son las emociones, la percepción subjetiva, las creencias, los
prejuicios.
Si alguien se siente muy vital
y feliz mendigando comida, tratará de no salir de ese estado de bienestar; si
alguien siente más amor extrañando, buscará alejarse del ser amado.
(Este es el Artículo Nº 1.856)
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