Psicoanalíticamente, James Bond nos representa
combatiendo las egoístas resistencias
del mercado que nos obliga a arriesgar y a esforzarnos
Uno de los recursos más
elementales, básicos, precarios y efectivos, es la descalificación de quien se
oponga a nuestros intereses, a nuestra forma de pensar, a que nos casemos con
su hija.
En otras palabras: decir que
nuestro oponente no sabe nada, que es clínicamente imbécil o imperdonablemente
corrupto, suele alcanzar para poner en duda su punto de vista, su estrategia,
sus argumentos de cualquier tipo.
La descalificación es como una
palanca que multiplica hasta el infinito nuestro poder destructivo al irrisorio
precio de inventar adjetivos burlones, argumentos falaces o chismes
maledicentes que le peguen a la ocasional víctima debajo de su línea de
flotación...para hundirlo.
(Aparentemente) cambio de
tema:
Los agentes económicos
(trabajadores, empresarios, banqueros, inversores, recaudadores de impuestos),
suelen quejarse de las malas condiciones en las que tienen que lograr sus
ingresos, desempeñar sus roles (asignados y asumidos), enfrentar sus
responsabilidades.
Quien los oye no demora en
darles la razón, en tenerles lástima y en intentar ayudarlos para que mengüen
sus cánticos plañideros.
Alguien podría preguntarles,
con temor a irritarlos: ¿Qué justifica sus ganancias, ingresos y bienestar si
no son las molestias que tienen que tomarse desempeñando su tarea?
Siempre fue difícil ganarse el
sustento pero cada vez nos quejamos más de nuestras obligaciones,
culpabilizando a otros del esfuerzo que tenemos que hacer para ganar dinero y
de las dificultades que otros nos agregan malignamente.
James Bond es conocido por
todos. Es un personaje que nos educa para combatir a un súper-enemigo de
recursos económicos ilimitados, de ambición planetaria y del que nunca se sabe
cómo llegó a enriquecerse tanto.
Psicoanalíticamente, James
Bond nos representa combatiendo las egoístas
resistencias del mercado que nos obligan a arriesgar y a esforzarnos.
(Este es el Artículo Nº 1.858)
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