martes, 23 de abril de 2013

Nuestro representante James Bond



Psicoanalíticamente, James Bond nos representa combatiendo las egoístas resistencias del mercado que nos obliga a arriesgar y a esforzarnos

Uno de los recursos más elementales, básicos, precarios y efectivos, es la descalificación de quien se oponga a nuestros intereses, a nuestra forma de pensar, a que nos casemos con su hija.

En otras palabras: decir que nuestro oponente no sabe nada, que es clínicamente imbécil o imperdonablemente corrupto, suele alcanzar para poner en duda su punto de vista, su estrategia, sus argumentos de cualquier tipo.

La descalificación es como una palanca que multiplica hasta el infinito nuestro poder destructivo al irrisorio precio de inventar adjetivos burlones, argumentos falaces o chismes maledicentes que le peguen a la ocasional víctima debajo de su línea de flotación...para hundirlo.

(Aparentemente) cambio de tema:

Los agentes económicos (trabajadores, empresarios, banqueros, inversores, recaudadores de impuestos), suelen quejarse de las malas condiciones en las que tienen que lograr sus ingresos, desempeñar sus roles (asignados y asumidos), enfrentar sus responsabilidades.

Quien los oye no demora en darles la razón, en tenerles lástima y en intentar ayudarlos para que mengüen sus cánticos plañideros.

Alguien podría preguntarles, con temor a irritarlos: ¿Qué justifica sus ganancias, ingresos y bienestar si no son las molestias que tienen que tomarse desempeñando su tarea?

Siempre fue difícil ganarse el sustento pero cada vez nos quejamos más de nuestras obligaciones, culpabilizando a otros del esfuerzo que tenemos que hacer para ganar dinero y de las dificultades que otros nos agregan malignamente.

James Bond es conocido por todos. Es un personaje que nos educa para combatir a un súper-enemigo de recursos económicos ilimitados, de ambición planetaria y del que nunca se sabe cómo llegó a enriquecerse tanto.

Psicoanalíticamente, James Bond nos representa combatiendo las egoístas resistencias del mercado que nos obligan a arriesgar y a esforzarnos.

(Este es el Artículo Nº 1.858)


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