El «pan debajo del brazo» que traen los niños es el aprendizaje de una escala de valores definitivamente realista.
Alguna vez habrás oído decir que «los hijos
vienen con un pan debajo del brazo».
Esta expresión quiere decir que el aumento en
los gastos familiares inherentes a la incorporación de un nuevo integrante se
solventa porque el propio niño genera condiciones que lo vuelven
autosustentable.
Quienes prefieren remarcar la condición
espiritual del ser humano, de la planificación familiar y de la vida misma,
suelen interpretar lo del «pan debajo del brazo» en un sentido más místico, pensando que Dios se
encargará de poner el dinero que falte con tal de que los futuros padres no se
sientan cohibidos por las dificultades económicas que se les avecinan cuando la
mujer, angustiada ante la conmovedora noticia, piensa: «¡Otra vez embarazada!
¡Cómo vamos a hacer!», y para comunicárselo al futuro padre tiene que elaborar
estrategias y cuidados que eviten asustarlo, amargarlo o quizás enojarlo.
La
filosofía espiritualista no acompasa los tiempos.
Lo del «pan
debajo del brazo» fue un estímulo elemental, básico, simple, para personas
escasamente formadas e informadas, a quienes había que alentar de alguna manera
para que se reprodujeran y asumieran la sobrecarga de trabajo que generan los
niños después de que nacen.
El estímulo
a la reproducción tenía un objetivo que muchos rechazarían si fuera cierto que
los gobernantes querían más jóvenes para mandarlos a la guerra en beneficio de
ambiciones de poder demenciales.
Sin
embargo, existe un «pan debajo del brazo» que sí podemos reconocer como
existente.
Los jóvenes
que no tienen jerarquizada su escala de valores porque poseen un conocimiento
excesivamente teórico de lo que es vivir, cuando conciben un niño se enteran
que nada es más importante que la conservación propia y de la especie. (1)
(Este es el Artículo Nº 1.958)
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