Los ricos y los clase-medias
combatimos la pobreza para que esa mayoría deje de contrariarnos y de señalar
nuestro error.
Intentaré describir lo que parece ser una
realidad mundial, caracterizada por la existencia de tres clases socio-económicas:
ricos, clase media y pobres.
Con diferente énfasis, los ricos y los
clase-medias pensamos que para vivir hacen falta muchos objetos, muchos
servicios y asegurarnos esas mismas posesiones para un futuro bastante lejano,
cuando ya no tengamos energía para producirlas.
Por el contrario, pobres son quienes piensan
que para vivir no hacen falta tantos objetos ni servicios y que el futuro
termina esta noche, cuando vayan a dormir.
Los ricos y los clase-medias tenemos una
actitud exhibicionista que atrae a todos. Nos las ingeniamos para mostrarnos de
forma deseable, apetecible, ad-mirable y, por este motivo, los pobres disfrutan
mirando nuestras espectaculares grandes realizaciones (televisión, edificios,
vehículos).
Los pobres se entretienen mirándonos pero,
cuando vemos que ellos se interesan en nuestras exhibiciones, estilos de vida,
actitudes, aprovechamos para tratar de convencerlos de que tenemos que ser
envidiados por ellos.
Nuestros espectáculos artísticos luminosos,
sonoros, pomposos, incluyen sugerencias de que debemos ser envidiados,
publicitamos nuestro estilo de vida y los pobres, que son tan humanos como los
ricos y los clase-medias, quedan seducidos y nos envidian, intentan imitarnos,
de modo similar a como los ricos y los clase-medias compramos tal o cual
dentífrico y religiosamente nos cepillamos los dientes como si la naturaleza no
fuera capaz de cuidar la dentadura de la que depende la alimentación, la
conservación del individuo y por lo tanto, de la especie.
Para completar el fenómeno, los ricos y los clase-medias
combatimos la pobreza, no para beneficiarlos a ellos sino para que esa mayoría
que desaprueba nuestro estilo de vida evitándolo, deje de contrariarnos y de
señalar nuestro error.
(Este es el Artículo Nº 1.971)
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