Deberíamos cobrar abundante dinero para que nuestros
clientes nos valoren, se sacrifiquen y merezcan mucho amor como el famoso
mártir.
En cualquier caso, no es para
nada seguro pensar en qué habría pasado si los acontecimientos históricos
hubieran sido otros.
Por ejemplo:
¿Cómo seríamos los
hispanoparlantes si Colón no hubiese recibido el préstamo de la Reina Isabel
que financió, sin saberlo, el descubrimiento de América?
¿Cómo sería la humanidad si no
hubieran ocurrido las dos grandes guerras mundiales?
¿Qué sería del cristianismo si
Jesús de Nazaret hubiese muerto a los setenta años, con algo de sobrepeso, a
causa de un paro cardíaco ocurrido mientras hacía el amor con María Magdalena?
Como digo al principio, ni la
persona más imaginativa podría acertar sobre cómo seríamos hoy si todo aquello
hubiese sido diferente.
Pero igual podemos intentarlo,
por lo menos en lo que refiere a Jesús de Nazaret.
Él murió joven, víctima de una
injusticia y de una traición, en la pobreza, junto con dos ciudadanos de mala
vida, con extrema delgadez, torturado por un suplicio terrible (la
crucifixión).
Podríamos pensar que no
existiría el cristianismo si, como sugerí, Cristo no hubiera padecido tantos
infortunios.
Ahora tratemos a ajustar estos
datos a cualquiera de nosotros como para pensar qué nos ocurre y que nos
ocurriría en otro escenario.
Según cuenta la historia él se
sacrificó y vivió eternamente para disfrutar de su esfuerzo porque murió y
resucitó.
En lo que a nosotros concierne
podemos pensar que sacrificarnos por los demás tiene su importante remuneración
(para Cristo la remuneración consistió en el amor eterno de la humanidad que
aún estará disfrutando porque revivió).
Conclusión: los trabajadores deberíamos cobrar
mucho dinero para que nuestros clientes se sacrifiquen por nosotros, así, no
sólo seremos valorados sino que ellos merecerán mucho amor como el famoso
mártir.
(Este es el Artículo Nº 1.965)
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