La figura humana presente en los billetes (dinero)
quizá aterrorice y ahuyente a quienes terminan siendo pobres.
Los poetas sueñan despiertos y
los locos viven como en un sueño.
Hace años me pregunto qué
ocurre con el dinero que a tantas personas avergüenza, atemoriza, enamora.
Si me guío por el dato de que
una mayoría de la población mundial es pobre, debería deducir que el dinero
enamora a muy pocos..., o también podría decir, acercándome a la locura, que «el dinero se
enamora de muy pocas personas».
Los billetes siempre muestran la cara de algún personaje conocido por
los usuarios habituales.
Ese rostro a veces mira hacia un costado, y solo muestra su perfil,
otras veces mira a lo lejos, otras veces mira a alguien que tengo a mi derecha
o a mi izquierda y, en el resto de los casos el prestigioso personaje me mira
directamente a mí.
Esta imagen humana, siempre dibujada con perfección y por manos
expertas, puede resultar perturbadora. Quizá lo sea siempre, pero solo algunas
veces logramos percibir la emoción que nos provoca.
En el primer párrafo les digo que los poetas sueñan despiertos y que los
locos viven como en un sueño, pero ahora les agrego un dicho popular que viene
al caso: «De poetas y de locos, todos tenemos un poco».
En esa partecita alocada que a cada uno nos tocó en suerte se aloja el
sentimiento de lo ominoso, lo terrorífico, lo siniestros.
Cuando miramos detenidamente ese billete que llegó a nuestras manos
después de mucho trabajar y de haber postergado nuestros deseos, ¿qué ocurriría
si el famoso personaje hiciera un gesto, un guiño, una mueca? Caeríamos presa del pánico,
sentiríamos un frío que nos congelaría la sangre.
El temor a
ser víctimas de esta desgracia quizá nos aleje del dinero.
(Este es el Artículo Nº 1.964)
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