Generamos hipótesis, teorías, conjeturas, que
intentan explicar por qué a veces nos aPRECIAn mucho y otras veces nos aPRECIAn
poco.
Imaginemos la siguiente
situación:
Un comerciante se dedica a
vender, por ejemplo, pan.
Como ocurre con todos ellos,
la mentalidad de este comerciante es ganar la mayor cantidad de dinero posible,
por lo tanto se mantendrá atento a no perder ninguna oportunidad de ganar más y
más.
El día lunes abre su comercio
a la hora 7:00 y pone en la pizarra el mismo precio con el que cerró su
comercio el sábado anterior. Por ejemplo, $ 10.-
Comienzan a llegar los
primeros clientes y todo transcurre como habitualmente.
Sin embargo, a partir de la
hora 15:00, la afluencia de público es mayor y cada uno quiere comprar más
cantidad que lo habitualmente.
El comerciante entiende que es
oportuno subir el precio para, de esa manera, vender la misma cantidad de pan
que vende habitualmente pero ganando más dinero.
Comienza a subir el precio
lentamente y, como era de esperar, los clientes ya no son tantos y cada uno
vuelve a comprar lo que siempre acostumbraban comprar, pero resulta que ahora
pagan más dinero y el comerciante, vendiendo la misma cantidad de kilos por
día, gana más dinero.
Este comerciante tiene una
larga experiencia y hace años que dejó de interrogarse filosóficamente sobre
¿por qué los compradores tienen mayor o menor interés por la misma mercadería?
Pero no todos disfrutamos de
esa filosofía tan pragmática y es por eso que no paramos de generar hipótesis,
teorías, conjeturas, que intentan explicar, con diferente grado de
credibilidad, por qué los precios suben y bajan, pero sobre todo, por qué los
demás a veces nos aPRECIAn mucho y otras veces nos aPRECIAn poco, si,
aparentemente siempre somos los mismos.
Respuesta: no se sabe.
(Este es el Artículo Nº 1.983)
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