El dinero es trabajo. Quien
aporta dinero aporta trabajo que insume un tiempo de no estar con la familia.
Hace veintiséis siglos existía
la profesión de sofista.
Al principio fueron muy
respetados pero luego cayeron en descrédito.
Como sabían mucho de casi todo
eran considerados sabios, pero el fuerte de ellos era el lenguaje, la retórica,
el uso eficaz de las palabras.
Fueron muy criticados porque
se destacaban defendiendo o atacando cualquier punto de vista. Ellos podían
encontrar argumentos a favor y en contra de lo que fuera. Eran capaces de
atacar y defender el mismo asunto con similar consistencia argumental.
Como no podía ser de otra
forma despertaron desconfianza porque tendemos a pensar que la honestidad se
demuestra defendiendo a una única idea y atacando la contraria. No está bien
visto que alguien resalte con similar fervor los pros y los contra de algo. Esa
mayoría, sin darse cuenta, está más conforme con los fundamentalistas, los
extremistas, los maniqueos y, por qué no decirlo, con los necios incapaces de
entender que la perfección no existe y que, por lo tanto, nada puede ser
perfectamente bueno ni perfectamente malo.
Con esta introducción procuré defenderme
anticipadamente porque este artículo parece redactado por sofistas.
Muchas mujeres dicen preferir que su esposo
sea compañero. Suelen quejarse de los esposos que nunca están.
Se
molestan con quienes dedican demasiado tiempo a ganar dinero en desmedro de
atender la vida familiar.
Esta
queja sería injusta para el caso de que ese esposo muy trabajador y ausente
realice importantes aportes económicos para el bienestar de la familia.
El
argumento sofista está en que el dinero no es otra cosa que trabajo. Si el
marido aporta mucho dinero, aporta a su hogar mucho trabajo al que debe
dedicarle ese tiempo que le resta a la familia.
(Este es el Artículo Nº 1.969)
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