sábado, 31 de agosto de 2013

No es prudente prever qué harán los demás



 
El sentido común es una fantasía tranquilizadora, imaginaria, optimista. No es prudente prever qué harán los demás...ni tampoco nosotros mismos.

Cuando intentamos teñir una tela tejida con fibras de diferente porosidad, tendremos por resultado final un sorprendente estampado que se forma con la particular coloración que adquirió cada hilo.

Aunque le suene extravagante, me emociona pensar en la lana. Solo necesitamos conocerla un poco para enamorarnos de su belleza, nobleza, ductilidad, resistencia.

Hace doce mil años que la usamos para vestirnos, pero si queremos teñirla también encontraremos que el cambio de color no es uniforme porque todas las fibras son diferentes.

Las ovejas son nuestras principales proveedoras de lana, pero también la obtenemos de cabras, alpacas, conejos.

El algodón es una fibra vegetal que nos aporta confort al regular la humedad corporal; el acrílico es una fibra sintética, que se parece en algo a las fibras naturales, pero su mayor ventaja está en la economía del precio.

La legislación que normatiza, regula, organiza a los colectivos, funciona de manera similar a una anilina, tinta, pigmento: tiene un solo color e intenta que cada uno de nosotros lo incorpore en su totalidad, para que la sociedad en su conjunto muestre ese color, con la uniformidad ideal con la que soñaron los legisladores que la aprobaron.

Nada más lejos de la realidad: cada uno de nosotros interpretamos las leyes de forma diferente, (asimilamos diferentes dosis de coloración), y somos los primeros en sorprendernos cuando nos enteramos de que estábamos transgrediendo alguna norma que ni imaginábamos.

Como eso nos ocurre a todos de forma similar, no es muy seguro prever la actitud de los otros conociendo las leyes con las que debe regirse.

El sentido común es una fantasía tranquilizadora, imaginaria, optimista. No es prudente prever qué harán los demás...ni tampoco nosotros mismos.

(Este es el Artículo Nº 1.988)


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