El sentido común es una fantasía tranquilizadora, imaginaria, optimista. No es prudente prever qué harán los demás...ni tampoco nosotros mismos.
Cuando intentamos teñir una
tela tejida con fibras de diferente porosidad, tendremos por resultado final un
sorprendente estampado que se forma con la particular coloración que adquirió
cada hilo.
Aunque le suene extravagante,
me emociona pensar en la lana. Solo necesitamos conocerla un poco para
enamorarnos de su belleza, nobleza, ductilidad, resistencia.
Hace doce mil años que la
usamos para vestirnos, pero si queremos teñirla también encontraremos que el
cambio de color no es uniforme porque todas las fibras son diferentes.
Las ovejas son nuestras
principales proveedoras de lana, pero también la obtenemos de cabras, alpacas,
conejos.
El algodón es una fibra
vegetal que nos aporta confort al regular la humedad corporal; el acrílico es
una fibra sintética, que se parece en algo a las fibras naturales, pero su
mayor ventaja está en la economía del precio.
La legislación que normatiza,
regula, organiza a los colectivos, funciona de manera similar a una anilina,
tinta, pigmento: tiene un solo color e intenta que cada uno de nosotros lo
incorpore en su totalidad, para que la sociedad en su conjunto muestre ese
color, con la uniformidad ideal con la que soñaron los legisladores que la
aprobaron.
Nada más lejos de la realidad:
cada uno de nosotros interpretamos las leyes de forma diferente, (asimilamos
diferentes dosis de coloración), y somos los primeros en sorprendernos cuando
nos enteramos de que estábamos transgrediendo alguna norma que ni imaginábamos.
Como eso nos ocurre a todos de
forma similar, no es muy seguro prever la actitud de los otros conociendo las
leyes con las que debe regirse.
El sentido común es una fantasía
tranquilizadora, imaginaria, optimista. No es prudente prever qué harán los
demás...ni tampoco nosotros mismos.
(Este es el Artículo Nº 1.988)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario