El llamado «cambio climático» es en realidad un cambio de percepción y
de actitud respecto a nuestro hábitat.
Hace unos años que, por lo
menos en el área hispanoparlante, se habla del cambio climático.
En este sentido se habla del
recalentamiento global, del agujero en la capa de ozono, del deshielo de los
casquetes polares que aumentaría el nivel de los mares sumergiendo millones de
metros cuadrados de territorios costeros actualmente superpoblados.
No sé qué hay de cierto en
estas noticias y no creo para nada en los pronósticos porque hasta ahora los
humanos hemos sido incapaces de convertir a la futurología en una ciencia
exacta.
Sin embargo existe un cambio
provocado por las noticias.
Si pudiéramos aceptar que
todos los seres vivos formamos parte de la naturaleza, tendríamos que aceptar
también que los cambios que se produzcan en nuestra forma de entender la
realidad constituyen una forma de cambio ambiental.
En otras palabras, si las
especies actuamos de forma diferente algún impacto ecológico provocaremos
porque somos parte de la naturaleza.
Quienes tenemos que ganarnos
la vida trabajando en interacción con los otros ejemplares de nuestra especie,
deberíamos tener en cuenta que somos los humanos quienes estamos cambiando y
que el cambio climático que realmente nos concierne y nos interesa refiere a
cómo nuestra forma de ser, de pensar, de reaccionar, están cambiando a partir
de ese fenómeno natural consistente en que estamos pensando, constatando o
imaginando cambios de nuestro hábitat.
Lo digo de otro modo: las
noticias que circulan nos indican qué nos preocupa, nos angustia, nos pone en
estado de alerta. Este estado mental nos cambia como consumidores, seguramente
estamos reaccionando de forma diferente a como lo hacíamos antes de la
aparición de estas inquietudes planetarias, climáticas, ecológicas.
Por lo tanto nuestro cliente o
empleador están cambiando.
(Este es el Artículo Nº 1.962)
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