miércoles, 3 de abril de 2013

Los medios de comunicación atrofian nuestro juicio




Las exageraciones de los medios de comunicación pueden discapacitarnos para conservar la noción de proporcionalidad que equilibra nuestro juicio.

La idea principal de un artículo publicado hace más de dos años (1) refería a que es difícil modificar una creencia popular, tanto sea en sentido positivo como en sentido negativo, aunque justo es reconocer que nos cuesta mucho ascender en la consideración social, pero que alcanza un desliz desafortunado para que el buen nombre adquirido con años de una trayectoria intachable se hagan añicos.

Con solo hacerle algunos retoques, eso que ocurre a nivel social también podemos pensarlo a nivel individual.

Para ser breve y claro, no tengo más remedio que apelar a un ejemplo doloroso, cruel, molesto.

Es frecuente que cada vez que ocurre algún hecho desafortunado con alguno de nuestros conciudadanos (vecinos, pobladores de nuestro país, individuos), los medios de comunicación, (periódicos, radios, televisoras), hagan una cobertura muy amplia, intensa, dramática y eventualmente escandalizante de ese infortunio personal.

Estoy pensando, por ejemplo, en un acto de mala praxis médica, en un homicidio provocado por un delincuente que suponíamos encarcelado, en un rapto con pedido de rescate.

Nuestro cerebro, nuestra sensibilidad, nuestras emociones se conmocionan anormalmente si los medios de comunicación le dan a esas desgracias personales una magnitud de tragedia nacional.

Nuestras mentes no pueden discernir que se trata de un caso aislado, lamentable pero individual, personal, inherente a la mala suerte de una persona o, eventualmente, de unos pocos allegados a la víctima.

Propongo pensar en que la exageración de los comunicadores atrofia, distorsiona, empobrece nuestra capacidad de comparar, magnificar, evaluar, ponderar, estimar, medir, justipreciar, valorar, calcular.

Peor aún, perdemos la noción de cómo responder con proporcionalidad a un perjuicio, por ejemplo, golpeando a quien nos insulte.

En el ámbito laboral, esta discapacidad nos quita competitividad y eficacia.

 
(Este es el Artículo Nº 1.838)

10 comentarios:

Martina dijo...

Cualquier desgracia, cuando tiene rostro, nos llega más.

Francisco dijo...

La ira nos lleva a responder de manera desmesurada ante pequeñas agresiones.

Gloria dijo...

También sucede que simplemente estando cansados, malhumorados o algo frustrados, tendemos a reaccionar de forma exagerada e inadecuada.

Oriente dijo...

En el ámbito laboral estas reacciones nos pueden perjudicar de manera irreparable.

Macarena dijo...

Si ves un desprendimiento de tierra y casas cayendo al precipicio, o miles de casas arrasadas por el agua, pero se trata de una toma aérea, le prestaremos atención a lo inusual del fenómeno. Sólo nos emocionaremos si vemos un herido, si escuchamos hablar a las personas que sufrieron los daños, si vemos algún niño caminando solo y desorientado.

Mariana dijo...

Lo mejor es no responder al agravio, siempre que controlarte no te genere violencia interna.

Rulo dijo...

Para lograr eso que dice Mariana tenés que ser de madera.

Alba dijo...

No, simplemente tenés que tener claro que el problema es del que hiere. No tiene por qué generarnos violencia. Lo que sí puede causarnos, cuando el agravio viene de alguien que nos importa, es dolor.

Ernesto dijo...

Junto con Mieres pienso que es importante captar la dimensión que tienen las desgracias que afectan a millones de personas, a naciones enteras.
No entiendo la indiferencia de quienes sienten que están lejos y a salvo.

Adriana dijo...

Si la prensa publicitara las tragedias personales de los vecinos de mi cuadra, todos los días llegaría a casa llorando.