Para quienes prefieren no perder el tiempo en perfeccionismos eruditos,
pueden consultar el artículo que Wikipedia le dedica a la expresión «hijo de puta» (1).
Podrán apreciar en él cuán variadas
consecuencias sociales, laborales y legales pueden ocurrir según el criterio de
quien lo oye, lo juzga o lo dice.
Lo más llamativo es que la expresión admite
ambos extremos, pues tanto puede ser ofensivo como elogioso.
Todos conocemos usos en los que dicha
expresión ofende, pero suele usarse también para señalar, en tono irónico, la
habilidad, la viveza, la presteza, la astucia de alguien.
Ahora les comento una idea que refiere a
cómo esta expresión puede ir mejorando su posición por razones culturales.
La palabra puta es la expresión despectiva
de prostituta, es decir, mujer que vende servicios sexuales.
Hasta no hace mucho (mediados del siglo 20,
aproximadamente), la mayoría de los hogares estaba sustentado por el padre de
familia, mientras que la mujer tenía por oficio «labores no remuneradas», es
decir, atención de los quehaceres hogareños, cuidado de niños, ancianos,
enfermos, alimentación, limpieza.
En este contexto, decirle a alguien que su
mamá vendía servicios sexuales podía ser radicalmente ofensivo pues era un
honor para aquellas mujeres no trabajar por dinero, sino que todo lo que hacían
era por amor. La ejecución de cualquier tarea remunerada, en aquel contexto,
era denigrante para la señora, para su marido y para los demás integrantes de
la familia.
Desde que ellas tuvieron que salir a entregar el esfuerzo de su cuerpo a cambio
de dinero, léase: trabajar, la situación cambió.
En el contexto actual, la expresión «hijo de
puta» no debe considerarse un insulto grave sino una simple ambigüedad en la
forma de hablar.
(Este es el Artículo Nº 2.003)
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