La medicina preventiva
tiene un costo invisible: nos vuelve temerosos y supeditados a los intereses
económicos de la corporación médica.
La mentira no es solo responsabilidad del que miente sino de quien,
quizá sin darse cuenta, les prohíbe a los demás que le digan la verdad.
Las personas que mantienen su equilibrio psíquico a costa de negar
algunos datos de la realidad, no tienen más remedio, no pueden evitar, están
efectivamente obligados, a no ver, no mirar, no oír, lo que les haría daño, los
desequilibraría, les haría perder la salud mental.
Esto de perder la salud mental no es tan así. Más bien se trata de una
exageración indirectamente estimulada por la medicina. La intensa angustia nos
asusta y el contenido de ese miedo suele ser la locura, la pérdida irreversible
de cordura.
En los hechos, nadie puede enloquecer por peor que le vaya, si no
cuenta con la predisposición a la psicosis... sin embargo, la medicina induce
esta equivocación y, por ejemplo, cada vez que consultamos a un médico, así sea
para preguntarle dónde podemos comprar pan, él nos tomará la presión arterial,
...porque si esta fuera elevada y el consultante (por la panadería) tuviera
algún aneurisma (adelgazamiento anormal
de algún sector del sistema vascular), podría padecer un derrame con
graves consecuencias, pero atención: tendría que tener una falla en el sistema
circulatorio, si no la tuviera, podría prescindirse de tomar la presión a cada
uno que pregunta cualquier cosa a un médico.
Las políticas prevencionistas despilfarran enormes cantidades de
recursos económicos para crear la sensación de que estar controlados por la
medicina es inteligente, evitan graves
daños y «no cuesta nada».
«¿No cuesta nada?» Sí, tiene un costo
significativo. Nos hace muy temerosos y nos vuelve dependientes de una
supervisión (médica) que nos orientará según SU conveniencia.
Otros
artículos referidos a la «medicina preventiva»
(Este es el Artículo Nº 1.995)
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