Los empresarios exitosos tienen para con sus clientes una actitud similar a la que tiene una mujer enamorada de su familia.
Imaginemos a una mujer enamorada de su esposo (Mariana) y de sus hijos.
Ella está feliz y orgullosa de vivir con quien eligió para ser padre de
sus hijos y el hombre se siente un rey..., se siente más rey que cuando vivía
con sus padres, por más que la mamá hacía todo lo posible para agasajarlo, para
que estuviera cómodo y, quizá, muy en el fondo, para que nunca se fuera de la
casa.
Sin embargo, el cuerpo de Mariana sintió que él era el mejor ejemplar
para gestarle hijos sanos y hermosos. Por eso se enamoró de él, porque lo
necesitaba para consumar el único proyecto importante que tiene cualquier ser
vivo: conservar la especie a la que pertenece.
Como es normal, el cuerpo de cualquier varón, atraído por una mujer que
lo necesita y por lo tanto lo ama y por lo tanto lo seduce, se olvidó de lo
bien que estaba viviendo en la casa donde nació y se fue corriendo a vivir con
esa mujer que lo hizo sentir el rey de la creación.
En este estado de cosas, él nunca se cansa de trabajar para que en su
familia no falte nada y Mariana vive pensando cómo sería la mejor manera de que
todos tengan lo que necesitan y lo que desean.
Pues bien, esta actitud de Mariana es la que tienen y desarrollan los
empresarios exitosos.
Aman su trabajo, aman servir, se desviven por complacer más y más a la
clientela.
Tanto Mariana como los empresarios que aman su oficio, hacen todo lo
que hacen porque, a su vez, quieren estar siempre bien y lograr que, hasta los
problemas más grandes, tengan solución.
(Este es el Artículo Nº 2.018)
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