Prescindiendo de la
racionalidad, la vida sexual y económica de una pareja humana se
parece al nacimiento, muerte y resurrección.
Cada vez que surge la oportunidad, lo repito: para entender el
funcionamiento de la mente es preciso prescindir de la racionalidad, pues esta
cubre eficazmente nuestras intenciones y nos impide, no solo imaginar qué desea
nuestro inconsciente, sino también aceptar como posibles las hipótesis que se
puedan enunciar sobre dicho deseo.
Para darles un ejemplo, les comentaré una hipótesis sobre nuestra
sexualidad, el dinero y las relaciones de pareja.
El pene se endurece lo suficiente como para penetrar en la vagina,
porque se llena de sangre a instancias de un fenómeno hormonal activado por la
mujer que desea ser penetrada.
Al producirse el coito, descienden los estímulos que mantenían esa
erección por acumulación de sangre y el pene se vuelve fláccido y pequeño.
Este fenómeno de agrandamiento y posterior disminución permite pensar
en la castración y, más precisamente, en la castración provocada por la mujer.
Metafóricamente ocurre algo similar con el dinero.
El varón, estimulado por la mujer que lo eligió para padre de sus
hijos, desea ganar dinero para proveerla, a ella y a los hijos de ella, propios
o de otros padres.
Bajo estos efectos seductores, es posible pensar que la billetera del
varón se agranda cuando cobra el dinero que ganó en el mercado laboral y vuelve
a empequeñecerse cuando ella le pide lo que necesita.
En condiciones normales, el placer de ambos cónyuges es enorme y hasta
podríamos hablar de «felicidad».
Estos procesos de agrandamiento y posterior
empequeñecimiento, son realmente placenteros: erección-flaccidez y
cobrar-gastar funcionan como un motor rotativo que le da energía a la
existencia de las personas involucradas (la mujer, el varón y los hijos).
Obsérvese cómo se parecen al nacimiento,
muerte y resurrección.
(Este es el Artículo Nº 2.008)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario