Puesto que todos permutamos nuestro trabajo (esfuerzo
corporal) por dinero, es posible que algunos
sientan una angustiante pérdida de identidad.
En las
relaciones de intercambio, es posible definir al dinero como la mercancía capaz
de sustituir a cualquier otra porque con ella podemos cancelar cualquier
trueque.
En otras
palabras, siendo que la compra-venta es una forma de trueque, el dinero es una
mercancía que, tan solo regulando su cantidad, puede equivaler a cualquier otra
mercancía por la que deseemos permutar. Por ejemplo, tanto podemos permutar
dinero por una cabra, por un edificio, por un viaje.
Si lo vemos
al revés, tanto una cabra, como un edificio, como un viaje, son iguales entre
sí porque, a su vez, pueden ser permutados por la misma mercancía: el dinero.
Cuando ese
dinero está destinado a ser permutado por el trabajo de un obrero, es decir,
cuando ese dinero funciona como salario, también nos encontramos con un
fenómeno de igualación entre los trabajadores porque todos pueden producir a
cambio de la misma mercancía de pago: el dinero. En todo caso, al igual que en
las compra-ventas referidas más arriba, la diferencia estará dada en la
cantidad de dinero, pues algunos trabajadores cobran más que otros.
Los seres
humanos luchamos para tener una identidad propia; necesitamos ser titulares de
rasgos que nos identifiquen claramente, tales como nombres, apellidos,
documentos de identidad, apodos, fotografía, profesión, clase socio-económica,
cantidad de hijos, vehículo. Cada uno desea ser diferente de los demás.
Hipótesis: Algunas personas que padecen pobreza
patológica pueden repudiar inconscientemente el dinero porque este es una
mercancía que los iguala con los demás. Puesto que todos permutamos nuestro trabajo por lo mismo (salario, honorarios), es
posible que algunos sientan una angustiante pérdida de identidad, pueden
sentirse perdidos, disueltos en la masa humana, borroneados, sin límites, sin
cuerpo.
(Este es el Artículo Nº 2.004)
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