Propongo que los creyentes
revisen lo que presuponen de los demás creyentes en cuanto a si son tan
previsibles como imagina.
Difícilmente dos creyentes en Dios crean en lo mismo.
Lo habitual es que los creyentes se dediquen a chequear sus respectivas
opiniones, sobre cómo definen a su dios, cuáles son sus características, que
cosas Él jamás haría, qué opina Él de nosotros, cuáles son los términos en los
cuales se puede dialogar con Él.
En resumen, los creyentes en Dios creen que todos los creyentes son
iguales y que esa creencia los empareja, los hace uniformes, casi idénticos.
Forma parte de ese pensamiento
creyente que los demás (creyentes) son previsibles; sienten que forman
parte de una hermandad porque, al compartir esa idea, suponen que se conocen,
que respetarán los mismo códigos, que comparten los mismos valores, ética,
moral.
Este acuerdo subsiste precisamente porque, queriéndolo o no, procuran
no poner a prueba cuánto se parecen en realidad, suponen con sagacidad que esa
comprobación podría arrojar resultados desilusionantes porque, cada uno cree en
Dios a su manera.
De esta hipótesis se concluye que existen tantos dioses como huellas
digitales. Si bien se supone que se trata de un monoteísmo, es el politeísmo
más radical.
Aunque no creo en la existencia de Dios, estoy convencido de que
existen muchas personas que sí creen y actúan en base a esa creencia.
Como el fenómeno religioso tiene la extraña particularidad de que es
racionalmente insostenible, pero que está presente en muchos cerebros
inteligentes, cultos y responsables, creo oportuno compartir este comentario
porque está en armonía con el tema del blog: la pobreza patológica y cómo
evitarla.
En suma: no constituiría una
pérdida de tiempo que los creyentes revisaran lo que presuponen de los demás
creyentes en cuanto a si son tan previsibles como imagina.
(Este es el Artículo Nº 1.996)
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