Cuando
entregamos un obsequio estamos desvinculándonos del otro. Es para neutralizar
este desamor que el otro también nos obsequia.
Una necesidad es aquello imprescindible para seguir viviendo: aire,
agua, alimento, abrigo, mientras que un deseo es aquello que genera una
sensación subjetiva similar a la que provoca una necesidad pero que, de no ser
satisfecha, no compromete la existencia.
Mis amigos del Diccionario de la Real Academia Española, utilizan la
expresión «Impulso
irresistible» para referirse a la «necesidad» (1),
mientras que utilizan la expresión «Aspirar
con vehemencia» para definir el verbo «desear» (2).
En otro artículo (3), les comentaba que el dinero aniquila los afectos
que pudieran generarse en una transacción, por ejemplo, la proveedora de
servicios sexuales no se involucra afectivamente con su cliente porque éste le
paga y ella le cobra, o el psicoanalista no se involucra en la angustia de sus
pacientes porque estos le pagan y él les cobra.
Como vemos el acto de pagar y de cobrar dinero va más allá de lo que
generalmente se dice, esto es, que el trabajador (prostituta o analista)
necesitan dinero para vivir. En este comentario intento resaltar que necesitan
dinero para controlar, moderar o aniquilar, los efectos emocionales de sus respectivos
trabajos.
El objetivo del presente artículo es señalar que los obsequios que se
intercambian entre las personas, generan un aumento del sentimiento positivo
que se brindan, pero, simultáneamente, generan una disminución del mismo
sentimiento.
Cuando entregamos un obsequio estamos pagando, premiando, gratificando,
demostrando cuánto valoramos a quien lo recibe.
Si bien estamos educados para no leer este acto como si fuera una
remuneración, lo es en realidad.
Cuando el hijo dice: «Mamá, te regalo esta casa porque te debo todo lo
que soy», está cancelando una deuda.
Es para neutralizar esta desvinculación que el obsequiado también regala.
(Este es el Artículo Nº 2.001)
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