Los
«herreros» del refrán procuran liberarse de su oficio, aunque para lograrlo
tengan que usar ineficientes cuchillos de madera.
Compartiré con ustedes una hipótesis que intenta explicar porqué «En casa de herrero, cuchillo de palo», es decir, por qué es probable
que los hijos de los psicólogos no estudien psicología, o por qué los hijos de
los más costosos informáticos de Silicon Valley (1), quizá no tengan acceso a
una computadora hasta su adolescencia, o por qué en la casa de un herrero casi
todo está construido con madera.
Consideremos que una de las razones es
nuestra natural incoherencia, pero no nos detengamos en esto porque sería
demasiado obvio.
El núcleo de mi hipótesis es que los humanos
tendemos a idealizar lo desconocido, a la vez que tendemos a menospreciar lo
escasamente conocido, así como, muy probablemente, nos fastidie lo
excesivamente conocido.
Los especialistas en cualquier tema tienen
que hacer un gran esfuerzo para disimular cuán incómodos se sienten cumpliendo
con el rol de «especialistas en».
Sus clientes, amigos, allegados y demás
integrantes de su núcleo de gente conocida, les exigimos que se aburran
dedicándose siempre a lo mismo; les prohibimos que incursionen en otros temas
alejados de su especialidad.
Dentro de estas consideraciones puedo
incluir el rechazo social a la poligamia.
Casi todo el mundo está en contra de que el
esposo o la esposa amplíen sus vínculos íntimos. Los queremos fieles,
mutuamente encarcelados en el matrimonio. Cuando nos reunieron para participar
en la ceremonia legal, en la ceremonia religiosa y en la fiesta, nos
confabulamos para que, si alguna vez los vemos con amores clandestinos, hagamos
lo posible para impedirles continuar con ellos.
Los «herreros» del refrán buscan todas las
formas posibles de terminar con ese sometimiento, aunque para liberarse tengan
que usar los ineficientes cuchillos de madera.
(Este es el Artículo Nº 2.013)
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